La fiesta de Santa María


La fiesta mayor de Ivrea era la de Santa María, que se celebraba el 15 de agosto. Los eporedienses se preparaban durante mucho tiempo para esta fiesta, que tenía lugar después de la gran feria de la Asunción. Había una ceremonia muy importante en la que participaban todos los credendari: la ofrenda de cirios a la Virgen. Cada uno de los credendari tenía la obligación de participar y de ofrecer un cirio, si no quería que se le excluyera de los cargos públicos y pagar una multa de 10 sueldos. Los cirios habían de ser llevados de día y personalmente por los credendari; si alguno no podía acudir por estar impedido, debía igualmente enviar su cirio.

Después de la presentación de la credenza venía la de los cirios de las corporaciones. Cada una de las corporaciones de Ivrea ofrecía un cirio. Con el paso del tiempo fue alcanzando cada vez más belleza la procesión de los cirios por la ciudad. Credendari, jueces y notarios se reunían en el castillo de S. Mauricio con un gran cirio florido.

Una vez nombrados, precedidos por el Podestà, los jueces y el mílite, de dos en dos atravesaban la ciudad acompañados de toques de trompeta. Tras los credendari desfilaban, con enormes cirios, todos los gremios. Para animar la fiesta de la Asunción, además de las funciones religiosas, se celebraban competiciones con premios muy valiosos. Una carrera de caballos muy importante tenía lugar en el Barrio del Borgo: al vencedor se le daba un palio de lana muy valiosa de nueve rasos (1 raso = 1 metro y setenta centímetros aproximadamente). En cambio, al segundo clasificado se le daba un gallo clavado en la punta de una lanza.

Había otras fiestas en las que el podestà y los credendari ofrecían cirios a las iglesias con ocasión de la festividad de sus patrones. El ayuntamiento hacía  además una ofrenda cada año a los frailes predicadores y a los frailes menores para que rezara porque se mantuviera la paz en Ivrea.