Los pequeños
En el mundo
griego y romano del tiempo de Jesús, los niños no gozan de mucha consideración en cuanto son vistos cómo "material" tosco de formar y de
educar(Cfr Enrico Paschetto, Jesús y los niños, en Historia de Jesús, vol. 4, y. Rizzoli, pág.
1177).
En el pueblo de Israel los niños, incluso viviendo en una situación social mejor con respecto del mundo
griego y romano, no tienen particular importancia: los Judíos no los idealizan, ni les conceden como especial atención localizas(Cfr Enrico Paschetto, Jesús y los niños, en Historia de Jesús, vol. 4, y. Rizzoli, pág.
1178). En efecto los dos mundos, aquel griego romano y aquel Palestino, se enferman recíprocamente en la vida social.
Fuera de casa y fuera de la escuela cuidar de un niño es considerado como por los judíos una pérdida de tiempo. Para un rabino, luego, acariciar y abrazar a los niños es un envilecer la misma dignidad
(Cfr Lino Randellini, Si no os volvierais como niños, en Historia de Jesús Rizzoli, vol 4, pág.
1190). Por lo tanto también los discípulos de Jesús son hijos de este modo de pensar.
Más bien, hay un momento, y esto lo certifican los Evangelios, en cuyo provocan la indignación de Jesús, el que demuestra claramente que delante de Dios los "pequeños", los niños, vienen antes de los adultos. Un modo de pensar y de juzgar, aquel de Jesús, que se asombra a sus mismos amigos: Le presentaron algunos niños porque los acariciara, sino los discípulos los regañaron. Jesús, al ver esto, desaprobó y les dijo:
"<< Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáís, porque a quien es como ellos pertenece el reino de Dios. En verdad os digo: Quien no acoge el reino de Dios como un niño, no le entrará en ello >>. Y cogiéndolos entre los brazos y poniendo las manos sobre de ellos ellos bendijo"(Mc 10,13-16; Cfr, Mt 19,13-15 y Lc 18,15-17).
Pero hay otra pieza evangélica que ayuda a hacer luz sobre la actitud revolucionaria de Jesús con respecto de los niños. Está en los Evangelios de Matteo, Luca y Marco. Nosotros leemos este último reflejando sobre la relación "grande" - "pequeño" propuesta por Jesús y descubriendo, una vez más que delante de sus ojos divinos, los pequeños son más grandes que los adultos:
"Llegaron mientras tanto a Cafarnaúm. Y cuando estuvo en casa, su iglesias: << De qué estabais discutiendo a lo largo de la calle? >>. Y callaron ellos. Por la calle en efecto discutieron entre ustedes quien era el mayor. Pues, se sentado él, llamó los Doce y les dijo:
"<< Si uno quiere ser lo primero, sea él último de todo y el me valgo de todo >>. Y, cogido a un niño, lo puso en medio y abrazando lo dijo ellos: << Quién acoge uno de estos niños en mi nombre, acoge mí; quien me acoge, no acoge mí, sino al que me ha mandado >>"(Mc 9,33-37; cfr. Mt, 18,1-5; Lc 9,46-49).
Por lo tanto Jesús pone un simple "niño" como elemento de comparación con Él. Quien el niño acoge, acoge Cristo, y quién Cristo acoge, acoge al Padre que lo ha mandado.
Hay, por fin, un tercer episodio ocurrido en el templo de Jerusalén y registrado en el Evangelio según Matteo:
"Jesús entró luego en el templo y echó todos los que os encontró a comprar y a vender; volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los vendedores de palomas. Ciegos y lisiados se acercaron en el templo y él ellos curó. Pero los sumos sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hizo y los niños que aclamaron en el templo: <<
¡Hosanna al Hijo de Davide! >>, se ofendieron y le dijeron: << No sientes lo que dicen? >>. Jesús les contestó: << Sí, no habéis leído nunca:
De la boca de los niños y los lactantes te has procurado una alabanza? >>(Mt 21,
12.14-16). Están los niños, los pequeños y no los adultos, los jefes de Israel, a "reconocer,
en las maravillas que Jesús obra, las credenciales del Messia……Si realiza aquí, lo que solemnemente Jesús
mismo exclama revuelto al Padre: Te bendigo "o Padre, Señor del cielo y del tierra,
porque has tenido escondidas estas cosas a los sabios y a los inteligentes y las has
reveladas a los pequeños"(Mt 11,25).
PARA EL DESCUBRIMIENTO DE JESÚS DE NAZARETH
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