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EL CAMPANARIO DE SAN ESTEBAN

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En el extremo oriental de los actuales jardines  públicos se levanta la Torre de San Esteban, la única parte que queda de la iglesia y del convento de los monjes benedictinos. Sus orígenes se remontan al siglo XI, cuando Enrique II, obispo de Ivrea, amplió la estructura preexistente de la iglesia parroquial de San Esteban para acoger a la orden Benedictina. El campanario es el ejemplo más famoso del arte románico eporediense.

Sobre la planta baja, parcialmente enterrada, cuyas paredes este y norte están perforadas por aspilleras, se levantan tres pisos de una dimensión de unos cuatro metros: el primero tiene aspilleras  en las paredes este, norte y oeste, el segundo ventanas monóforas (de un solo vano) y el tercero bíforas (de dos vanos) en todas las paredes.

La ornamentación arquitectónica está formada por bandas lombardas angulares gruesas y una intermedia más delgada, por el friso de la imposta en dientes de sierra de ladrillo visto que rodea todo el perímetro de la torre, por arcaturas colgantes (ciegas), afiladas abajo, macizas en los pisos altos. El quinto piso presenta una brusca reducción de altura, pasando de cuatro metros a tres treinta; cesa la columna central, aparece una trífora más baja que las bíforas de los pisos inferiores y las arcaturas colgantes se rebajan mucho sobre las luces. Esta pérdida de estilo se hace aún más evidente en el sexto y último piso, reducido 2,70 metros; cuenta también con una trífora sobre la que las arcaturas del friso, forzadas por el espacio insuficiente, acaban aplastándose.

Todo esto hace pensar en una elevación añadida, ya que muy probablemente en su forma originaria debía de mantener la altura constante de los demás pisos  y aumentar progresivamente la medida de las luces, pero en 1117 el campanario fue devastado por un violento terremoto que sacudió la diócesis de Ivrea.

El campanario volvió a ser dañado durante el asedio de 1704, en el que los franceses emplearon la artillería con intensidad. Lo remediaron con la reconstrucción en ladrillo de los muros de los frisos con arcaturas, pero no rehicieron las luces y se limitaron a taparlas.

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  En los documentos del archivo es escaso el interés por el campanario. Terminada su función parroquial y no siendo una estructura que tuviese alguna utilidad, pasa a ocupar el último lugar en las preocupaciones de sus administradores. En 1827 la planta baja de la torre se usa como establo. En 1854 se realiza una remodelación que coloca en el último piso del campanario una bóveda de ladrillos con alquitrán que sustituye la cúspide perdida.

En 1880 el ayuntamiento utilizó el campanario como torre de distribución del acueducto.

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