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Prometeo y Pigmalión
Prometeo y Pigmalión comparten dentro de la mitología griega su carácter de creador. Prometeo, titán y en rebeldía contra los dioses, es conocido por ser escultor de hombres sin necesidad de generación sexual, sino por medio de la inteligencia y la tecnología. Es también el que desafía el poder de los dioses, al ofrecer al hombre el fuego, inicio de la civilización y el progreso. Pero el cine y la literatura han tomado de Prometeo la concepción de crear vida artificial. Al igual que Pigmalión, un escultor que en la mitología grecorromana (ya que aparece en Las Metamorfosis de Ovidio) se enamora de una de sus obras, que representa a una mujer. Gracias a la diosa Venus, la estatua cobra vida y se convierte en compañera de su creador. En menor medida, relacionamos a Prometeo y Pigmalión con la creación de Golems judíos (estatuas de barro, con gran poder físico, y que adquiere vida propia mediante una inscripción en la frente). La literatura explotó la idea de vida artificial durante el siglo XIX: Frankenstein, de Mary Shelley, relata el proceso de creación prometeica del doctor Victor Frankenstein de un monstruo como resultado de juntar trozos de cadáveres, pero al ver su físico horrible hace que el doctor le abandone a su suerte. El monstruo descubre que su físico es inaceptable para los demás y se venga del doctor. Esta idea está presente en la literatura: un ser no creado por Dios es un ser nefasto.
El cine lo ve desde otro punto de vista: examina los deseos que tiene el hombre de ser Dios y crear vida artificial. El estilo "prometeico" se inicia a principios de siglo, con el expresionismo alemán (movimiento casi surrealista que pretende mostrar en la pantalla los sentimientos angustiantes de los alemanes después de la 1ª Guerra mundial): "El último experimento del Doctor Briken" (1927), "El Gólem" (1920) de Paul Wegener (en una versión parecida a Frankenstein, donde el Gólem se rebela contra su creador) o "Homúnculus" (1916) de Otto Rippert. En E.E.U.U., en cambio, fue la Universal Pictures quien conduce las películas con este tema. Todas pretenden aleccionar al espectador, advirtiendo de los peligros de la ciencia y de jugar a ser Dios: "Frankenstein" (1931) y "La novia de Frankenstein" (1935), ambas de James Whale (que fue hace poco protagonista más tarde de un "biopic" llamado "Dioses y Monstruos" (1998) de James Condom); donde tiene más importancia el ambiente de horror que el experimento científico, y el enfrentamiento monstruo-sociedad. En la segunda parte, Frankenstein crea al monstruo una compañera. El filón de películas de la creación de una criatura que cobra vida es interminable, siendo aprovechado por la productora Hammer, experta en películas de ciencia-ficción de bajo presupuesto, que realizó cinco películas sobre la criatura entre 1957 y 1972, donde profundizaba en la mentalidad del doctor Frankenstein y su lucha contra la sociedad para que aceptaran la creación de vida artificial. No obstante, la versión que más se ajusta al argumento de Prometeo y al original de Shelley es "Frankenstein" (1994) de Kenneth Branagh, en la cual el doctor pretende salvar a la humanidad de una epidemia y el monstruo tiene sentimientos y motivaciones propios. La mayoría de películas sobre el ideal prometeico han surgido de la literatura del siglo XIX: H.G. Wells y las películas de su obra "La isla de las almas perdidas" (1932) de Earle Kenton y "La isla del doctor Moureau" (1977 y 1996) en la cual éste crea vida artificial mezclando genes humanos y animales, al igual que las manipulaciones genéticas de "Los niños del Brasil" (1978) de Franklin J. Schaffner, para crear niños con el ADN de Hitler.
Son variaciones del mito las películas sobre científicos locos: "El gabinete del doctor Caligari" (1919) de Robert Wiene, "El doctor Mabuse" (1922) y sus secuelas, de Fritz Lang; un doctor que pretende dominar el mundo creando hombres que están bajo su control, más o menos como la novela 1984 de George Orwell. Lo mismo pasa con films sobre ciudades futuristas o subterráneas dominadas por algún tirano que pretende desafiar a Dios mostrando su poder tecnológico, tal cómo hizo Prometeo. Este poder queda reflejado en "Metrópolis" (1931) de Fritz Lang, que domina a toda la clase trabajadora, y crea un robot con vida para destruir a los elementos subversivos de la sociedad, que al final se rebela contra él. Ocurre igual en "Blade Runner" (1982) de Ridley Scott, pero esta vez en Los Angeles durante 2019, una ciudad que se está destruyendo quizá a consecuencia de edificios enormes y la creación de "replicantes", clones humanos con fuerza superior a los otros y que pueden llegar a tener recuerdos (al igual que Frankenstein), pero que han de ser destruidos por el "blade runner" Deckard, ya que se han rebelado contra sus creadores, sólo porque piden tener un poco más de vida (pues los han programado para vivir 4 años). Es un enfrentamiento criatura-creador, en el que Deckard sufre una transformación moral al descubrir la mentalidad humana de los "replicantes", situado en un ambiente pesimista que representa la consecuencia de intentar crear vida artificial al margen de la naturaleza: la destrucción. Siguen esta trayectoria películas tales cómo "Pinocho " (1940) de Walt Disney, "2001, una odisea en el espacio" (1968) de Stanley Kubrick o "Planeta Prohibido" (1956) de Fred McLeod, o "Eduardo Monostijeras" (1992) de Tim Burton.
En el apartado del mito de Pigmalión, el cine lo ha representado cómo lo contrario a Prometeo: la relación afectuosa entre el creador y la criatura, trasladado a otros ámbitos de la vida, como hizo el escritor George Bernard Shaw en Pigmalión, convirtiendo a Pigmalión y la estatua en un profesor y su alumna respectivamente. Entran en este grupo "My Fair Lady" (1964) basada en el musical de Broadway, a su vez basado en el Pigmalión de Shaw, pero con final feliz (en el original, la chica le abandona); "Nacida Ayer" (1950) de George Cukor, "Educando a Rita" (1983) de Lewis Gilbert, o la versión antagónica del mito, en la que el creador, celoso de su obra pretende destruirla: "Laura" (1944) de Otto Preminger. La aplicación de la obra al cine ha dado diversas adaptaciones: "El coleccionista" (1965) de William Wyler, "La mujer del cuadro" (1944) de Fritz Lang o "Tamaño natural" (1973) de Luis García Berlanga.
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