Maria Laura Bugna, psicoanalista argentina, ci parla della crisi che attraversa il Paese latinoamericano a partire dalla sua esperienza di lavoro con gli adolescenti.
Il testo che qui proponiamo nell’originale spagnolo è stato presentato nell’ambito di un incontro sugli sbocchi professionali degli studi di psicologia.
Per i ragazzi che vi hanno preso parte poteva essere un’occasione per parlare del loro desiderio, di porre domande in relazione a un’eventuale scelta personale; avrebbero potuto dimostrare inquietudine, interesse, curiosità per il futuro. Invece, l’autrice si è trovata di fronte a una gioventù ammutolita, priva di aspirazioni, senza domande, ragazzi scoraggiati e indifferenti nei confronti di un futuro visto come incredibilmente buio e svuotato di alternative.
Come interpretare il disagio che lascia questi giovani senza parole?
Si tratta, parlando in termini psicodinamici, della “crisi adolescenziale”, ossia di un normale, ancorché difficile, momento di passaggio verso l’età adulta?
Oppure il disagio è dovuto a una situazione storica particolare che sta vivendo tutta la società argentina e che minaccia il cittadino in quanto soggetto desiderante?
Gli eventi di dicembre 2001 – gennaio 2002 ci consentono di abbozzare una risposta. Dopo la caduta del presidente in carica e l’avvicendamento di altri quattro nel giro di pochi giorni, lo Stato ruba letteralmente i risparmi ai cittadini, la moneta si svaluta, riappare il fantasma dell’inflazione, crolla il potere d’acquisto, sparisce la possibilità di fare ricorso a finanziamenti e crediti. Non è più possibile progettare il futuro: “ci hanno rubato i sogni” dicono gli argentini.
La povertà diventa un’obiettività accecante, il Reale, l’impossibile da sopportare, viene alla luce, fa irruzione nella vita quotidiana. Il ceto medio perde le sue caratteristiche essenziali, viene sconvolto.
Ci si rende conto dell’inganno, dell’illusione di aver creduto che l’Argentina fosse il primo paese del Sud America o comunque un “paese in via di sviluppo”; e ora il popolo ne paga le conseguenze, l’Argentina non è l’”America” che i nostri nonni, quando emigrarono, sognavano di costruire. La nuda realtà viene drammaticamente a galla, e lascia il segno sulla soggettività.
Disoccupazione, sottoccupazione, precarietà: non c’è più un’associazione diretta tra università, lavoro e livello di vita adeguato. Nell’economia psichica s’installano lo scoraggiamento, la malinconia, la rabbia, si materializza la paura per un futuro che sprofonda in una quotidianità sconcertante, in un presente inafferrabile.
Questi adolescenti sono figli della democrazia, che deve però fare i conti con il passato dei governi militari e dei desaparecidos; essi abitano un presente dove regna l’impunità e la corruzione, ereditano un paese impoverito socialmente ed economicamente, un governo che confisca, non solo i risparmi, ma anche i sogni; dove “l’univa via d’uscita è Ezeiza”*, come recita una scritta muraria in prossimità dell’aeroporto di Buenos Aires.
Minaccia quotidiana della soggettività, nella privazione del desiderio che ritorna all’Altro sociale. Minaccia della crisi sociale, dove il Reale rimane scoperto, nell’attesa di essere nuovamente velato. Come orientare il desiderio soggettivo in un tessuto sociale senza legge, melanconizzato? Che dire della situazione di questi giovani che abbassano lo sguardo, si ammutoliscono, pur di non rispecchiarsi nell’incertezza drammaticamente fissata sui volti dei loro genitori, degli adulti? Come incoraggiarli a non arrendersi, a continuare a riflettere, a studiare, a progettare, a scommettere sul proprio destino?
*Nome dell’Aeroporto Internazionale della città di Buenos Aires
GUILLERMINA CARNICINA
Como parte del trabajo que Dialéctica realiza en la comunidad, dimos una charla en la feria de las carreras. La charla se dirigió a adolescentes que concurren a la feria, buscando información sobre la oferta en educación terciaria y universitaria que hay en Bahía Blanca.
El grupo que concurrió a la charla fue muy reducido, lo que inicialmente me sorprendió. Pero no fue eso lo que generó en mi una inquietud, sino la actitud que ellos tuvieron en ese encuentro.
Estaban ahí, permanecían ahí, sentados, con sus raros peinados nuevos, callados al extremo de no decir ni hola ni chau, mirando el techo o el suelo. No hicieron una pregunta, ni ningún comentario. Nosotras hablábamos de lo que implica elegir en la vida, y particularmente en ese tiempo de sus vidas, la elección de una vocación.
Reinaba el silencio, intenté hacerles un chiste, que me sorprendían porque había ido a la charla con la idea de que nos iban a acribillar a preguntas. Pero nada. Esto seguía quedando de nuestro lado. Nuestras palabras, al menos en apariencia, parecían no tocarlos. Pero tal vez, lo que más me conmovió fue que ellos no hablaran.
Considero a la adolescencia como el tiempo en la vida de un sujeto, en el cual irrumpe el segundo despertar sexual, y requiere ser tramitado. Es ese tiempo en el cual la subjetividad procesa la salida exogámica y la estructura subjetiva se define.
A partir de ese encuentro con ellos, me pregunté por la adolescencia desde otro lugar, desde nuestro lugar. Me interrogué por el Otro social con el que ellos hoy se encuentran, entendiendo al Otro social como ese lugar en donde cada sujeto va enlazando las marcas de su propia subjetividad.
Teniendo presente que solo se trata del relato de un encuentro con un grupo reducido de adolescentes, y sin intención de caer en generalizaciones excesivas, me pregunto por qué ellos mostraban apatía o indiferencia, cuando desde el Otro social la oferta era hablar del deseo, elegir una vocación. Quisiera saber el por qué de esta apatía.
Entonces les debo a este grupo de adolescentes la posibilidad de encontrarme con otro interrogante: ¿cuál es el malestar de nuestra cultura hoy?
Tomando la herencia freudiana, sabemos que toda cultura se conforma con un resto de malestar. Cito un párrafo del texto de Freud, El malestar en la cultura [Das Unbehagen in der Kultur, 1929] : “... ¿ Por qué al hombre le resulta tan difícil ser feliz?.Ya hemos respondido al señalar las tres fuentes del humano sufrimiento: la supremacía de la Naturaleza, la caducidad de nuestro propio cuerpo y la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la familia, el Estado y la sociedad... jamás llegaremos a dominar completamente la Naturaleza, nuestro organismo, que forma parte de ella, siempre será perecedero y limitado en su capacidad de adaptación y rendimiento... Podemos al menos superar algunos pesares, aunque no todos... Muy distinta es nuestra actitud frente al tercer motivo de sufrimiento, el de origen social. Nos negamos en absoluto a aceptarlo: no atinamos a comprender por qué las instituciones que nosotros mismos hemos creado no habrían de representar más bien protección y bienestar para todos. Sin embargo, si consideramos cuan pésimo resultado hemos obtenido precisamente en este sector de la prevención contra el sufrimiento, comenzamos a sospechar que también aquí podría ocultarse una porción de la indomable naturaleza, tratándose esta vez de nuestra propia constitución psíquica...”
Y así es como plantea al final del texto, que es en la propia constitución psíquica donde está la clave para pensar el malestar de la cultura. Dice Freud: “el hombre es un lobo para el hombre”, e introduce la pulsión de muerte, constitutiva de lo psíquico, con fin destructivo. Si la cultura lo demanda a no descargar la pulsión con sus semejantes, retornará sobre sí mismo. Pulsión de muerte, goce, hacen al hombre. Tampoco su producto, la cultura, queda ajena a la pulsión de muerte.
La cultura regula la vida en comunidad, y para ello legaliza la sexualidad humana y las relaciones sociales. Mundo simbólico sin el cuál el sujeto no puede transitar su vida.
Podemos leer en Freud, desde Lacán, que situaba a lo Real como límite al encuentro de la plena felicidad, lo real de la naturaleza, lo real del cuerpo humano como perteneciente a la Naturaleza, y lo real que atraviesa también a la cultura.
Voy a dejar el planteo freudiano de 1929 –que tiene plena vigencia- para intentar acercarme a nuestros tiempos.
Mi inquietud es poder precisar la modalidad de nuestra cultura.
Para poder bordear este tema, me voy a remitir a un fragmento de nuestra historia reciente, haciendo un recorte en el tiempo, haciendo la aclaración que considero estos hechos históricos como un efecto de los años que antecedieron.
Diciembre 2001- enero 2002. Por aquellos días, hace casi un año, cae un presidente por demanda del pueblo, y en esos días de inestabilidad institucional, ocurren acontecimientos que marcan la escena cotidiana de todos lo argentinos.
Cuando digo todos, me refiero a aquellos que nos incluímos como afectados por una política económico social, y no hablaré de aquellos otros que pueden preservarse al margen por participar del grupo de poder que gestiona las políticas.
Diciembre 2001- Enero 2002: El Estado primero roba los ahorros de los ciudadanos, y posteriormente devalúa la moneda, con lo cual cae en forma abrupta el poder adquisitivo de quienes podíamos adquirir desde el deseo, y no para las necesidades básicas insatisfechas.
Ocurrió de un día para otro. Irrumpió como un Real que desplomó el imaginario social, ese sentido con el que convivíamos como escena diaria de nuestras subjetividades.
Como hechos de esta realidad, se instaló la devaluación, la inflación, cambiaron las condiciones de contrato bancario, apareció el C.E.R., el C.V.S., se perdió el dinero ahorrado y también cayó el crédito y la financiación como condición de compra y de realización de proyectos a futuro. Por todo esto, entre otros hechos, es que cayeron las significaciones que daban sentido al imaginario social hasta ese momento, y como en toda crisis, se corrió el velo que hasta ese momento cubría lo real. Se vió, para muchos, la pobreza extrema, conciudadanos comiendo de nuestra basura, el índice de desocupación en aumento galopante. Tal vez lo que quedó el descubierto en toda su crudeza, es que el Capitalismo en su extremo de globalización deja a la población en su globalidad como un resto del mismo sistema, resto en el cual la tradicional clase media estaba incluida. El Default evidenció que la incorporación de nuestro país al “primer mundo” era una ilusión, que se venía sosteniendo a un alto costo, un país hipotecado, en un mercado internacional especulativo, capitalista y globalizado.
Los ideales, algunos de los que preservábamos en una sociedad donde capaz no hay tantos, cayeron en forma abrupta: no somos el primer país de Sudamérica, ni somos la América que vinieron a hacer nuestros abuelos los inmigrantes. Ya no será el ideal de “mi hijo el Doctor”, el que garantice la movilidad y ascenso social. Ese ideal por el cual aquella clase trabajadora podía insertarse en la categoría de “profesional” a través de sus hijos, quienes podían acceder a una universidad. La desocupación y la subocupación de hoy, arrasaron con aquel ideal, y separaron la asociación directa entre universidad, trabajo y buen nivel de vida. En síntesis, ya no nos asemejamos al modelo del primer mundo, sino que nos acercamos más al resto de Latinoamérica.
Y si corremos el eje del análisis a la economía psíquica, se instaló el desánimo, cuando no la melancolía, en el mejor de los casos el malhumor y la bronca, en el peor de los casos el pánico.
¿Cómo pensar entonces nuestra polis? Los adolescentes que estaban en esa charla, son hijos de la democracia, si bien heredaron en nuestro mensaje las huellas de los 30.000 desaparecidos de los gobiernos de facto. No es lo único que heredan hoy, reciben un pueblo empobrecido social y culturalmente, mayormente melancolizado, un pueblo que convive en una sociedad gobernada por gente que sostiene la corrupción en las Instituciones, que no sólo les robó el dinero a sus padres y gran parte de sus proyectos futuros sino que además insiste en quedar fuera de la Ley en cada paso que da.
Vivimos en una polis que mayormente es gobernada en la impunidad, que vive a diario episodios de barbarie, donde la descarga pulsional de la expresión popular también ha quedado mayormente por fuera de la Ley.
Reciben una sociedad que los amenaza en la propia vida, que pueden ser secuestrados o matados por $ 2 o un par de zapatillas... y escucharán como lata cotidiana el discurso melancolizado de los adultos de hoy: “ que en este país no se puede crecer, que mejor irse, que te roban los sueños, etc.”
La verdad cifrada en estos dichos populares de hoy es que después de todo si no hay Ley que encuadre el deseo, puede correrse el riesgo de que nada, hasta la propia vida valga la pena vivirse.
Si lo pensamos desde nuestro terreno, lo que el psicoanálisis nos enseña de la constitución de la subjetividad es que el sujeto nace en el Otro, en lo real de su cuerpo y en el seno de su cuerpo significante, toma allí el primer lugar en la cultura. Con estas marcas, herencia del Otro, se constituye el discurso inconsciente. El sujeto nace en el Otro primordial y vía su fantasma, se dirige hacia el Otro social, buscando anudar las marcas de la subjetividad en movimientos de salida deseante.
En estos movimientos, en la basculación de la posición del sujeto en su fantasma, cada sujeto busca un camino para sus marcas en el Otro social.
He pensado una hipótesis. Tal vez la gravedad del malestar de nuestra cultura, se relacione con la amenaza cotidiana que vive la subjetividad, en la insistente privación del deseo que le vuelve desde el Otro social. Amenaza agravada probablemente, porque en esto que habitualmente llamamos crisis, en Diciembre del 2001- Enero del 2002, se desgarró lo simbólico que enlazaba un imaginario social, y lo real quedó ahí crudo, horrendo, a la espera de ser velado nuevamente.
Cuando el movimiento fantasmático bascula propiciatoriamente, el sujeto va zurciendo, dentro del Otro social, sus propias huellas. Se va nombrando. El sujeto se despliega a través del discurrir metonímico de distintos objetos para el deseo, que se desean tener. Camino infinito de la subjetividad, que sólo termina con la muerte real del sujeto. Sería de esperar que el camino no se corte por muerte del deseo.
Volviendo a ese grupo de adolescentes, pensaba que la adolescencia requiere puntualmente la presencia real del Otro, también del Otro social, para recortar en él el objeto fantasmático, recortar su traza personal y jugarla en la exogamia.
¿Será entonces que muestran su apatía porque no tienen como orientar su deseo en un tejido social sin Ley y melancolizado?
Tiempos difíciles entonces, pero este es nuestro tiempo. En este tiempo transcurre nuestra clínica y nuestras vidas. Es un fuerte desafío que hoy, como psicoanalistas, relancemos la apuesta por el deseo que dignifica la subjetividad, en cada cura que conducimos.
En el imaginario popular, los psicoanalistas recibimos con frecuencia éste comentario: “ Ustedes sí que hoy tienen trabajo”, “ deben tener el consultorio lleno”.
¿Qué habrá de verdad en este mito popular?. Tal vez que tenemos un arduo trabajo, ésta tarea tan nuestra de apostar al deseo, aún en estos tiempos que nos tocan vivir, de caldo de cultivo para la neurosis.
Un trabajo que capaz nos convoque más allá de la soledad del consultorio, a ir tomando la palabra en la polis. Tal vez poniendo palabras al malestar de nuestra cultura, o intentando abrir algún interrogante que relance, en cada uno de nosotros, la inquietud de cómo construir alguna salida simbólica más digna, que ordene un nuevo imaginario social, donde el malestar de la cultura no sea tan amenazante en el núcleo de la subjetividad.
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gennaio - aprile 2004 |