El viaje de los engaños

parte primera

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Disclaimer: A diferencia de los precedentes cuentos que he escrito, este fanfic se inspira en un hecho sucedido realmente, el viaje a Francia del emperador José II de Austria, hijo de María Teresa de Austria y hermano de María Antonieta. El viaje se desarrolla en 1777 y el Emperador llegó a Francia bajo un nombre falso. Desde este punto he elaborado este fanfic, el cual como de costumbre utiliza los personajes de Versailles no bara-Lady Oscar como protagonistas. En esta época, María Antonieta y Óscar tienen ambas 22 años. Las referencias se encuentran en el libro de Stefan Zweig[1] María Antonieta, Milán, Mondadori, 1984, páginas 109-117[2]. Como siempre, el copyright de la utilización de los personajes pertenece a R. Ikeda.

Buena lectura.

 

 

Fines de marzo de 1777

 

El embajador Mercy se acercaba a pasos lentos hacia los apartamentos de la Reina. La noticia que debía comunicar a la soberana no era, por así decirlo, inesperada, pero la reacción de la joven a esta, que en el fondo constituía sólo una confirmación, no podía ser de las mejores.

Y fue así.

"¿Es verdaderamente necesario que venga aquí? Conde de Mercy, ¿no pensáis que también yo pueda estar en grado de afrontar sola ciertas... cuestiones? Ahora soy la Reina de Francia, no soy más una niña, pero en Austria mi madre continúa considerándome como tal".

"Majestad, creo que ninguno pueda pensar en desconocer vuestra capacidad, en cambio, considerad el afecto que Vuestra madre la emperatriz y Vuestro hermano el emperador sienten por Vos. En el fondo, se trata de una visita oficial entre dos países aliados..."

"Y, con la ocasión, un modo de indagar sobre el porqué todavía yo no haya dado al mundo un heredero... ¡como si en Austria no supiesen lo que sucede aquí!"

"Majestad, os conjuro, se trata sólo de una visita oficial..."

"Que obviamente ya habéis concertado sin preguntar mi parecer. ¿Para qué sirve la corona que porto, conde de Mercy, cuáles son las decisiones que la Reina de Francia puede tomar, a parte de conceder continuamente audiencias y favores?"

El conde de Mercy no reaccionó a la ironía contenida en aquellas últimas palabras. Intentó recordarle en cambio, que la visita de estado del emperador José II, hijo de María Teresa de Austria y hermano de María Antonieta, era en el fondo también una ocasión para la joven Reina, en Francia desde hacía ocho años, para volver a ver a una persona de su familia...

María Antonieta se sentó, derrotada, sobre un silloncito. No tenía ninguna posibilidad de anular aquella visita. Años de cartas en las cuáles la madre trataba de indagar sobre el motivo por el cual ella todavía no se hubiese convertido en madre, y ahora el hermano llegaba allí por cuenta de su madre. La motivación era clara. Su sentido de vergüenza personal, como mujer y también como Reina. Pero debía ceder, y prepararse a acoger al hermano en la mejor de las maneras. Al menos comprenderán finalmente que la culpa no es mía, pensó, imaginando ya una infinidad de sermones dirigidos a ella, a su modo de hacer, de proceder, de ser, en fin, la Reina de Francia.

 

"¿Cuándo estará aquí?" Preguntó.

"Partirá dentro de dos semanas, pero veréis, Majestad, hay un pequeño problema organizativo... una petición de vuestro hermano..."

 

Al mismo tiempo en otra ala del palacio de Versalles, otras personas estaban a punto de discutir el mismo "pequeño problema organizativo"... Y otra persona se encontraba tratando de tener que sentarse en una silla, con aire de quien ha recibido una noticia inesperada. Y una desilusión.

El general Jarjayes no podía creerlo, y no conseguía darse una explicación. Su hija era considerada inadecuada para escoltar al hermano de la Reina en su viaje desde Austria a Francia.

"Jarjayes, intentad comprenderlo, por favor, ninguno pone a discusión el valor de vuestra hija, de vuestro hijo... En resumidas, ninguno pone en discusión el valor de Óscar y de su dedicación a la casa real, pero está fuera de discusión que pueda ser ella quien conduzca esta misión. El Rey considera que justamente por su valor, Óscar debe quedarse al lado de la Reina. Más allá que crea enormes dificultades el hecho de que el emperador haya escogido viajar de incógnito. Óscar debe quedarse en Versalles. Habrá dos expediciones. La primera acompañará al emperador de incógnito en su viaje desde Austria hasta París, y aquella expedición la conduciré yo mismo en persona. En cambio, la segunda será de cobertura; se hará notar ante la nación y un doble del soberano atravesará el país con un grupo de las Guardias Reales, comandadas por el conde de Girodel. De esta manera y manteniendo el secreto sobre el incógnito y sobre la identidad del verdadero emperador, así conseguiremos que José II llegue a París sano y salvo; quien quiera hacerle daño al Emperador encontrará a su doble y guardias escogidos, y no podrá llegar a atacarlo. Por consiguiente, está decidido, Jarjayes. Es una orden del Rey. Óscar permanecerá aquí, en Versalles, a disposición de la Reina, como es su deber preciso". El general Bouillé no concedió otra réplica y se alejó, dejando a Jarjayes solo con sus pensamientos y su desilusión.

 

En el saloncillo de su habitación, una Óscar particularmente pensativa miraba descender la noche desde la ventana abierta.

"Entonces, Óscar, ¿verdaderamente no quieres saber qué se dice del emperador José en su país?"

"¿Por qué? ¿Tengo alternativas, André?", dijo no sin un leve tono irónico. "Tú ya has decidido leerme aquel artículo, y lo harás de todos modos, aunque te diga no hacerlo. Bien, me rindo. ¿Qué se dice en Austria sobre el emperador?"

"Ésta es la actitud apropiada, Óscar", dijo sonriendo André. "Y bien, en Austria circula una canción que habla de él, y diversas novelas populares en las que viene descrito como un hombre simple, que aparece ante la gente como un noble cualquiera, envuelto en una gran capa, gran benefactor entre la gente que, prodiga sus beneficios en incógnito... y ama a las muchachas del pueblo".

Óscar resopló ruidosamente, "Pero todas estas novelas sobre él terminan con la misma conclusión: El desconocido abre la capa y con maravilla de los asistentes aparece un fastuoso uniforme, y el noble filántropo se aleja con las palabras: "Mi nombre no lo sabréis jamás, yo soy el emperador José[3]."

"En fin, un personaje difícil de controlar, fingidamente filántropo, por cuanto parece, y con una tendencia a hacer saber a todos quién sea él en realidad, y por añadidura gran seductor. Óptima, una óptima premisa para este viaje de Estado. ¿Cuál crees que sea el motivo por el cual no me han encargado esta misión, André: porqué soy una mujer y por consiguiente, una potencial víctima de las artes amatorias del emperador, o porque no me consideran capaz de proteger un personaje tan incómodo?"

"En cambio, es probable que esta misión aporte lustre a la familia Bouillé, ¿non lo has pensado? El buen éxito de la misión será premiado, ¿no lo piensas? Creo que sea sólo esto lo que está detrás de tu exclusión. Y luego, Óscar... ¿tú, víctima de una seducción? No, altamente improbable Óscar, tú no puedes ser conmovida por estas cosas tan... triste y notoriamente femeniles... tú no corres este riesgo..."

La contra respuesta de Óscar no se hizo esperar, y André vio volar fuera de la ventana abierta su periódico.

"Helo allí, ¡contigo no se puede bromear jamás, coronel!" Dijo André.

"André, a tu edad podrías también leer cosas más serias que aquella cosucha... y de todas maneras ¡es hora de que tú te vayas a dormir!" dijo Óscar reteniendo trabajosamente la risa. André se puso en pie, resoplando.

"En el fondo, André, visto que soy una mujer, debo recordarte que es inconveniente que tú siendo, un hombre, puedas quedarte impunemente en la habitación de una frágil mujer a estas horas de la noche... así que... ¡hasta mañana!"

Así, André dejó la habitación de Óscar acompañado por las carcajadas de la amiga.

 

Óscar, ¿De verdad piensas poder vivir toda una vida sin enamorarte jamás? ¿De verdad piensas poder vivir una vida entera sin jamás pensar en otra cosa que no sea ser un buen soldado, un hombre en todos los sentidos? Según tú, ¿es así un hombre? Un ser que sólo conoce el deber y los deseos de los otros. ¿Un ser sin sueños, sin deseos, sin afectos, sin amor, sin dolor? Óscar, ¿esto es un hombre? ¿Estás de verdad segura que sea justo vivir como vives? ¿Negándote todo, hasta el amor? Yo soy un hombre y te amo, te amo hasta morir, Óscar.

Y probablemente soy el más desdichado de los hombres, porque de verdad no tengo ninguna esperanza de que tú puedas corresponderme un día. No eres una "frágil mujer", Óscar, indudablemente, pero haría cualquier cosa por ti, por mi mujer.

André se durmió, y sus sueños fueron los mismos de siempre.

Ella, la única protagonista, entre sus brazos.

 

Al día siguiente, en Versalles, la atmósfera era eléctrica. El Rey presidía una reunión a puertas cerradas, ante la presencia de los únicos generales del reino.

"Bien, señores" dijo el Rey "me parece que todo haya sido decidido. Hoy mismo una misiva secreta dejará el palacio de Versalles a la vuelta de Schönbrunn. Sólo un punto ha quedado irresoluto. ¿Quién personificará al fingido emperador? Tenemos necesidad de una persona que goce de nuestra máxima confianza y que esté dispuesto a arriesgar su propia vida en esta misión. Con esta finalidad he hecho traer de Austria un retrato reciente del emperador. Si queréis descubrir la tela que lo cubre, le veremos el rostro. Si mirándolo os viene a la mente alguno apto con esta finalidad y suficientemente parecido, no dudéis en decírmelo".

El retrato fue descubierto. Representaba un joven, fascinante, con una peluca empolvada y los ojos verdes. Alto, distinguido.

Después de algunos minutos de comprensible silencio entre los presentes, alguno carraspeó nerviosamente.

"Decid, general Jarjayes, ¿consideráis conocer un hombre apto para la misión?" Dijo Bouillé.

"Majestad... yo... yo creo... sin embargo... tal vez no es el caso..."

"¡Hablad Jarjayes! ¡Es una cosa de fundamental importancia! ¡Decidnos quién es el hombre apto para personificar al emperador de Austria!" Dijo el Rey.

"He aquí.. se semeja a..."

 

"¿QUÉ COSA? ¿QUÉ SERÁ ESTA HISTORIA?" Óscar, furiosa, miraba al padre y a la Nana.

"¡ÓSCAR! ¡SE TRATA DE UNA ORDEN DE SU MAJESTAD!" Le respondió, con el mismo tono, el padre.

"Y YO QUERRÍA RECORDAROS, PADRE, ¡QUE ÉL PERTENECE A NUESTRA FAMILIA! ¡NO ES UN JUGUETE DEL REY!"

"¡DETENTE, ÓSCAR! ¡ANTES QUE NADA, BAJA EL TONO DE VOZ! Y LUEGO ACUÉRDATE QUE NOSOTROS, LA FAMILIA JARJAYES, SOMOS SERVIDORES DEL REY. ¡Y ESTO VALE TAMBIÉN PARA NUESTROS SIERVOS!"

"Es una cosa imperdonable, padre, no lo comprendéis, no puede arriesgar su vida por una cosa semejante. ¡Existen profesionales aptos para esto! No él", respondió Óscar, la rabia claramente dibujada en su rostro, los puños apretados".

"Pero él se asemeja mucho al emperador, y luego, es capaz de defenderse, será muy bien pagado por esta misión, Girodel y los guardias que tú has adiestrado lo defenderán de eventuales emboscadas".

"Entonces estamos de acuerdo", ironizó Óscar. Después, retomó: "No, no se habla más. ¡Él no se va sin mí! ¡Padre, rechazad el ofrecimiento!"

"LA DECISIÓN YA HA SIDO TOMADA, ÓSCAR, TÚ SOLAMENTE DEBES OBEDECER, Y PERMANECER AL LADO DE LA REINA. ¡Y NO HAGAS NADA POR TU CUENTA! ¿ESTÁ CLARO?"

Óscar bajó la cabeza. Nana la miraba, con una mezcla de ternura por ella, que había perdido la enésima batalla contra el padre, y con la preocupación, fuertísima, por aquello que estaba por suceder a su nieto.

El general salió de la habitación, seguido por Nana. "Óscar", dijo, bajo el umbral, "voy a comunicárselo a André. Verás, no le sucederá nada malo".

Óscar, quedándose sola, se asomó a la ventana. Fuera, André estaba almohazando su caballo.

"¡Lo veremos, padre, lo veremos! No me quedaré aquí esperando mientras André arriesga la vida sólo por un absurdo parecido".

Con sus ojos vio al padre y a la abuela de André acercarse al muchacho. Vio la mirada de André, sorprendido y un poco perdido, después del anuncio de la noticia. Lo vio inclinarse, en señal de deferencia y obediencia. Aceptaba, cierto, no podía proceder de otra manera. Óscar apoyó las manos sobre el vidrio, la mirada triste. El padre se alejaba. La abuela permanecía allí, una mano sobre el brazo de André. El rostro de él, preocupado.

"Sí, lo veremos, padre, esta misión ahora me compete también a mí. Más bien, diría que me compete sólo a mí, en este punto. André... no te dejaré solo".

Continúa...

Mail to: f.camelio@libero.it

Originalmente publicado en: Laura’s Little corner/ Vetrina:

http://digilander.iol.it/la2ladyoscar/Index.html

Traducción del italiano al español: Shophy Zegarra shophy@ec-red.com

Lima, sábado 04 de diciembre, 2004.

 

pubblicazione sul sito Little Corner del febbraio 2005

 

[1] NdTr. El escritor austriaco más leído de las décadas del 30, 40 y 50, cuyo nombre verdadero era Schuutevon Zubike. Célebre hijo de Salzburgo, se suicidó la noche del carnaval de 1942 en Petrópolis, Brasil, junto a su mujer, Elizabeth Charlotte.

[2] NdTr. Existen varias ediciones en español, y una en e-book. El título completo es: María Antonieta, una vida involuntariamente heroica. El episodio que se narrará a lo largo del ff, corresponde al capítulo titulado: La visita del hermano.

[3] ZWEIG, Stefan: María Antonieta, Milano, Mondadori, 1984, p. 112.

 

Continua...

 

mail to: f.camelio@libero.it

 

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