Habitación oscura

Warning!!! The author is aware and has agreed to this fanfic being posted on this site. So, before downloading this file, remember public use or posting it on other's sites is not allowed, least of all without permission! Just think of the hard work authors and webmasters do, and, please, for common courtesy and respect towards them, remember not to steal from them.

L'autore è consapevole ed ha acconsentito a che la propria fanfic fosse pubblicata su questo sito. Dunque, prima di scaricare questi file, ricordate che non è consentito né il loro uso pubblico, né pubblicarli su di un altro sito, tanto più senza permesso! Pensate al lavoro che gli autori ed i webmaster fanno e, quindi, per cortesia e rispetto verso di loro, non rubate.

Advertencia: Queda terminantemente prohibida la publicación total o parcial de esta traducción en otros medios web.

Gracias a la autora (Fiammetta) y a la webmaster del Laura’s Little Corner (Laura Luzi) por haber consentido en publicarla aquí.

 

 

Disclaimer: Los personajes pertenecen a Riyoko Ikeda

Dedicación especial: Esta historia la dedico a Laura. Es pensando en ti que la he escrito. Con afecto.

 

25 diciembre 1767

Ha crecido. ¡Ha crecido de nuevo! He intentado medirlo de nuevo, ¡dos centímetros de más desde la ultima vez! Hoy es Navidad, y es también el día de mi cumpleaños. ¡Un cumpleaños que inicia en el peor de los modos diría! ¡Con esta horrible[1] sorpresa! ¡Debo apresurarme a devolver el metro de sastre[2] a la abuela de André antes de que se dé cuenta! Pero... esta historia está volviéndose en verdad un problema. Si va adelante así... ¿cómo? ¿Cómo haré para esconderlo?

Óscar se levantó del lecho y se aproximó nuevamente al espejo. Su imagen reflejada no le agradaba, no le agradaba en absoluto. Era su pecho el que estaba mirando. Observando, escrutando. Cada día le parecía que deviniese un poco más grande que el día precedente. Con el metro de sastre de la abuela de André, Óscar lo había medido todavía una vez, y se había dado cuenta, con su gran desconcierto, que había crecido una vez más.

Algunas veces me encuentro a mi madre. Y por cuánto ridículo pueda parecer, le miro su... de pecho. No es grandísimo, pero se ve, se ve bien aún cuando no lleva el corpiño. Se ve bien, desgraciadamente. ¿También el mío será así un día? ¿Cómo haré para esconderlo? ¿Cómo haré en mi uniforme de soldado a no hacer comprender que estoy volviéndome una mujer? Desde hace algunos días me esfuerzo por caminar con la espalda un poco curva. Tengo la impresión que así se vea menos. Pero cada vez que paso delante de la abuela o de mi madre, ellas me imponen categóricamente caminar con la espalda bien derecha. ¡Maldición!

Ayer en la noche incluso mi padre me ha regañado por esto:

"¡Un Jarjayes debe caminar siempre con la espalda bien derecha!"

Padre, ¿es posible que ni siquiera vos consigáis comprender que este es el único modo para... esconderlo?

Si yo camino... con la espalda derecha... se ve...

¡Al menos aquel tontorrón[3] de André no se ha dado cuenta! ¡Eh, ya!

Óscar sonríe.

Pero, es necesario decir que a él no le va tanto mejor... Desde hace un poco de tiempo a esta parte también él tiene sus problemas. Sobre el rostro se le forman extrañas bolitillas rojas, horribles de ver y que ¡lo incomodan muchísimo! Dice la abuela que también aquellas forman parte del crecimiento y que yo soy afortunada porque a mí no han venido, y que yo tengo la piel bella como aquella de mi madre. No sé si soy afortunada, pero me divierto un mundo, cuando André se adormece sobre el prado después de los entrenamientos, en acercarme en silencio a su rostro y... en aplastar una de sus bolitillas....

Y entonces es que aquel simple de André ¡se sobresalta y se enfada tantísimo! ¡Qué espectáculo! Es muy divertido verlo enfadado... ¡por una estúpida bolitilla, al fin!

A parte de las bromas, en el fondo quiero mucho a aquel tontorrón[4]... de André. Creo que me pondré una camisa un poco más larga hoy... quizá mi "problema" se verá menos. Mi padre me ha prometido un regalo importante para esta noche. Hay una fiesta para mí esta noche. Ha invitado algunos de sus conocidos que traerán a sus hijos para mi cumpleaños. Cómo son diversos, los muchachos de mi edad. Cómo son diversos de mí... y de André... De todos modos un lado positivo en toda esta historia es: que esta noche tendré mi regalo de cumpleaños. Esperemos que sea aquello que pienso. Ya tengo la edad justa para tenerla... la pistola, se entiende. Cuado era más pequeña mi padre me lo decía.

"Cuando cumplas 12 años te regalaré una pistola y te enseñaré a usarla."

Sí, también yo creo que este día será importante.

 

André! ¡Helos aquí! ¡Están llegando! ¡Vamos, espiémoslos desde el árbol en el parque!

Los dos muchachos se treparon velozmente sobre las ramas de la vieja encina. Desde allá arriba habrían podido espiar la llegada de las carrozas al palacio Jarjayes sin ser vistos.

André resoplaba. "–Y vamos André, no será después de todo tan mal... Y luego... ¡Desde que podemos tomarles el pelo sin ser vistos! ¡He ahí la primera carroza!"

La primera carroza llegó a la explanada. Descendieron un señor y una señora muy elegantes y un muchachito gordinflón y empomado.

"-¡Ah, ah, ah! ¡Es aquel salame relleno de Pierre! Este año es todavía más ridículo que el año pasado. André, ¡mira qué vestido ridículo! ¡Pleno de moñitos y encajes! Es verdaderamente burlesco... y después de todo... semejante miedoso..."

Los dos muchachos rieron.

"-¡Atenta Óscar, segunda carroza en llegada!"

"-Bien... luego a quién toca entonces, veamos quién arriba."

También la segunda carroza se detuvo en el patio, mientras el general y la mujer se afanaban en ofrecer los debidos homenajes a los huéspedes apenas llegados.

"-Óscar, me late que son los dos de la Salpetrière."

Vestidos en modo decididamente más sobrio que el pequeño Pierre, los dos hermanos descendieron de la carroza. Antoine tenía 13 años y Michel 11 años.

-Esto nos faltaba Óscar, Antoine no me puede aguantar y seguramente te dirá como el año pasado que yo no puedo jugar con vosotros porque no soy noble como vosotros.

"-Y entonces, exactamente como el año pasado, diré que si tu no juegas con nosotros no jugaré tampoco yo, André, y luego... quiero dar una leccioncita con la espada a aquel deficiente de Antoine... estaba tan convencido que este año me habría batido... le demostraré que también por este año ha derrochado el dinero del padre en las lecciones de esgrima... ¡puedo batirlo cuando quiera el presuntuoso!"

El general entretanto comenzó a buscar la hija.

"-¿Qué hacemos Óscar? Tu padre te busca, debemos descender antes de que se enfade."

"-No, quiero ver todavía. ¡Hela, otra carroza!"

"-A juzgar por el escudo de armas, diría que son los Du Fossiere."

De la carroza descendieron el duque y la duquesa Du Fossiere y su único hijo varón, Armand, de 14 años.

"-Ah, ah, sí que recuerdo a Armand... aquel que ni siquiera lograba tomar una espada en mano, tanto era flacucho y debilucho."

Óscar se dio cuenta, sin embargo, no sin una cierta sorpresa que Armand había crecido y no parecía más tan "debilucho" como ella lo recordaba desde el año anterior.

"-Cómo ha cambiado...."

"-Dice la abuela que es normal que de un año al otro los chicos cambien mucho", repuso André.

Quién sabe come seré yo dentro de un año... la expresión del rostro de Óscar devino triste.

"-¿En qué piensas Óscar?"

"-Nada, André, nada."

 

Los dos muchachos descendieron del árbol mientras la última carroza se detenía en el patio. Era la carroza de los de Orleáns. De allí descendió el duque y el joven hijo Maurice. "-Odioso como el padre", consideraron tanto Óscar como André, en voz baja.

 

Había todavía luz afuera y Óscar había hecho llevar las espadas para desafiar a sus "amigos".

El pávido Pierre se había enseguida asustado y se había escondido detrás de un árbol para evitar la confrontación con los otros chicos. André y Óscar se intercambiaron una mirada cómplice y estallaron en carcajadas, mientras el padre de Pierre reprochaba al hijo escondido detrás de un árbol por su cobardía.

Entonces Óscar fue desafiada por Antoine. No esperaba otra cosa. Tomó la espada y comenzó a batirse con el muchacho... pero la confrontación duró pocos minutos... al término de los cuales la espada de Antoine fue a clavarse en una mata del parque.

"-¡Bien Antoine! Veo que también este año has hecho muchos... muchos... progresos..." Óscar reía mientras Antoine furioso trataba de encontrar la espada en medio de la mata... de zarzas.

"-¿Habéis perdido alguna cosa Antoine?" Óscar continuaba riendo. André entonces la tocó con una mano sobre un hombro. De la expresión del rostro de André, Óscar comprendió que no era el caso de proseguir más allá en aquella pulla.

 

La abuela de André se asomó para llamar a los muchachos. Era justo el momento de la torta... y de los regalos.

Los muchachos corrieron al interior del palacio. Para Óscar había sido preparada una gran torta con tanto chocolate y tanta crema. Óscar sopló sus velitas.

"-Bien, señores, ahora es justo el momento del café. Si entre tanto queréis acomodaros en la salita, quisiera permanecer sólo un  momento con mi hijo", dijo el general.

Salieron todos de la habitación para andar a la salita. Óscar ahora estaba sola con el padre.

"-Óscar, ha llegado el momento. Son muchos años que lo espero. Y estoy muy orgulloso de ti, hijo mío. Tienes la edad justa para que yo pueda enseñarte a usarla."

Óscar tomó de las manos del padre el envoltorio, que abrió velozmente. Era la pistola.

"-¡Es bellísima!" Dijo la muchacha.

"-Sí, seguro, pero sobre todo pertenece a nuestra familia desde hace tiempo, es muy precisa en el disparo, te volverás hábil con ésta como con la espada, te lo aseguro."

Óscar, con la sonrisa a flor de labios y sin pensar corrió de impulso a abrazar al padre. Pero éste la tomó por el hombro antes que ella pudiese abrazarlo. La miró con mucha severidad.

"-¡Óscar! ¡Nada de remilgos! Es suficiente con decir gracias y poner todo tu empeño desde mañana en los entrenamientos con la pistola". Le volteó la espalda y salió por la puerta.

Óscar se quedó sin palabra, mientras la puerta de la habitación se cerraba.

Yo... quería sólo... abrazaros, padre...

Se volteó y andó hacia la ventana. Fuera, en el patio, los otros chicos jugaban a las chapadas.

Óscar miró todavía el envoltorio y la pistola que tenía en mano.

No, mi padre tiene razón. Nada de remilgos. Yo seré un soldado.

Sintió tocar a la puerta.

"-Óscar ven, los otros te  están esperando, Armand ha propuesto un nuevo juego." Dijo André.

"-Está bien, voy." Óscar mecánicamente enjugó con un dedo una lágrima del ojo izquierdo y salió de la habitación.

"-Se han ido todos al piso de arriba. Están buscando una habitación apta..."

"-¿Una habitación apta? ¿Apta para qué?" Preguntó Óscar.

"-Al nuevo juego, -dice Armand- que es preciso una habitación muy grande y llena de objetos."

Óscar subió velozmente las escaleras al salón, intrigada. En medio de las escaleras la voz de André la detuvo.

"-¡Óscar!"

Se volvió. "–¿Qué hay André?"

André subió las gradas, hasta llegar a un paso de ella.

Óscar se dio cuenta entonces que André tenía el puño derecho cerrado.

"-Óscar, yo, yo quería decirte... ¡buen cumpleaños!"

"-¡Gracias André! Bien, pero ahora vamos, debemos alcanzar a los otros, o el impávido Pierre terminará por perderse en casa y ¡después pedirá ayuda!"

"-Espera, Óscar, yo, tengo algo para ti."

André con la mano izquierda tomó la derecha de Óscar y deslizó el contenido del puño dentro de la mano de la muchacha.

Óscar abrió la mano. Era una conchita, atada con un lazo de cuero sutil a modo de dije.

Óscar miró el dije.

"-Perdóname, sé que no es una gran cosa, la conchita la he cogido este verano cuando estábamos en Normandía. He pensado que te habría recordado las vacaciones. ¡Felicidades, Óscar!"

Óscar miró todavía el dije y luego André.

"¡Nada de remilgos Oscar!!!" Le resonó en la mente la voz del padre. "¡Basta decir gracias!"

Seré un soldado, ella se repetía en la mente. Miró el dije, y luego el rostro del amigo que permanecía en espera... de una palabra... de una sonrisa... ¿quizás un gesto?

"-¡Gracias André!" Se volvió y corrió hacia arriba por las escaleras, poniendo en el bolsillo el regalo del amigo.

André se quedó todavía algún instante en verla desaparecer de su vista.

"-Óscar..."

Con una leve tristeza nunca antes probada hacia ella, André tuvo la precisa sensación en aquel momento que algo estuviese cambiando, estuviese cambiando entre ellos, entre él y su amiga. Quizá la conchita no era solamente un recuerdo del último verano. Era algo de diverso, que él no sabía todavía definir completamente, que no sabía explicar... Muchas cosas estaban cambiando en realidad, él lo sabía. Miraba el puño donde hasta hace poco antes había tenido su regalo para Óscar.

Yo estoy cambiando, Óscar, mi cuerpo está cambiando, y ciertas veces también los pensamientos... También los pensamientos son tan diversos de antes... no lo sé... no lo sé, Óscar... ¿estás cambiando también tú cómo yo, Óscar? "Es el crecimiento", dice mi abuela. Pero, ¿qué quiere decir? Sé sólo que en ciertos momentos yo...

Óscar entretanto había desaparecido, en el dédalo de los corredores del palacio. Se decidió a alcanzarla.

 

"-La habitación grande sirve a fin de que todos puedan encontrar un escondite seguro. Éste es un juego serio, no para mujercillas ¡en lo absoluto!"

"-Bien Armand, entonces ¡no es juego para vos!  Vamos, adelante, ¿cómo se juega?"

Armand, picado por la ocurrencia de la muchacha comenzó a explicar el juego.

"-Ahora haremos en modo que la habitación esté completamente y digo completamente oscura. A su turno uno de nosotros se quedará afuera de la habitación, mientras todos los demás deberán buscarse un escondite. Cuando la persona que está afuera haya terminado de contar hasta 100 debe entrar en la habitación, cerrarse la puerta a sus espaldas y buscar en la oscuridad a todos los otros. Para el resto valen las reglas del escondite y obviamente si alguien es muy veloz y consigue encontrar la puerta sin ser tocado por el jugador "cegado" puede hacer también "ampay salvo a todos"."

"-Al final no parece tan difícil, en el fondo es siempre las escondidas..." Dijo Óscar.

"-Cierto, Óscar, si no tenéis miedo de la oscuridad..." Respondió Armand.

"-¡Seguro que no! Bien, yo estoy pronta a jugar. ¿Quién hace el conteo?"

"-La otra dificultad está en el hecho de reconocer a las personas en la oscuridad, sólo por un pedazo del vestido o de los lineamientos del rostro... Os aseguro que no es para nada fácil... reconocer a alguien en la oscuridad es difícil... muy difícil.."

"-Y entonces, Armand, por como habláis no parece un juego apto para vos..." Óscar sonríe irónicamente, "-como quiera, ¡juguemos! André, has el conteo por favor."

"-¡No, él no juega!" Dijo Antoine.

"-Antoine, seis monótono, verdaderamente monótono, y cobarde, por añadidura... ¿Tenéis miedo que André os haga ampay? André es bueno en escondidas... y seguramente ¡es más hábil que vos!"

"-Basta Óscar, ¡no tengo ciertamente miedo de vuestro servidor! Y va bien, ¡qué juegue!" Dijo Antoine con aire ofendido.

 André hizo el conteo. El primer muchacho designado a "cegado" fue el pequeño Michel. Todos los otros entraron en la habitación. André cerró completamente las persianas de la habitación. Ahora la habitación estaba verdaderamente oscura. Óscar no podía ver nada. Deglutió. Por un instante le pareció tener miedo. Desechó inmediatamente aquel pensamiento absurdo de la cabeza.

17...18...19...20...

Debía encontrar velozmente un escondite. Comenzó a caminar en la oscuridad. Tropezó con algo o alguien.

"-No. Aquí estoy yo." Era la voz de Maurice.

Pasó más allá. Sintió al tacto una columna y se escondió detrás de esa.

¡98...99...100!

El pequeño Michel entró en la habitación y cerró la puerta detrás de sí. En la poca claridad que se había formado al abrir la puerta había ya entrevisto alguno. Caminó velozmente hasta tocar el banco. "–¡Ampay a Pierre detrás del banco!"

Pierre salió de la habitación.

Todavía algunos instantes de claridad, después de nuevo la oscuridad. Michel continuó buscando, uno después del otro encontró a todos los muchachos. Cuando Michel sintió hacer ampay a André, Óscar se movió hacia la puerta. Consiguió no tropezar y en la oscuridad encontró la manija. La abrió y finalmente pudo gritar: "-¡Ampay salvo a todos!"

Entró de nuevo la luz en la habitación. Al pequeño Michel tocaba recomenzar desde el inicio...

 

A medida que iban adelante en aquel juego, Óscar se dio cuenta que también en la oscuridad se podía mover bastante bien. En el fondo ella conocía esa habitación. Y por el rumor de los pasos y de los sonidos de las voces podía comprender dónde estaba el "cegado" y anticiparlo. Uno después del otro se alternaron en el rol de "cegado" Armand, Antoine, André y Maurice. También le tocó a ella, pero Óscar había sido muy rápida en hacer ampay a todos, también a André, bloqueado sobre la puerta en su tentativa de hacer "ampay salvo a todos".

Ahora tocaba a Maurice, de nuevo, a cegarse.

El muchacho salió de la habitación. Óscar recomenzó a moverse en la oscuridad para buscar un puesto dónde esconderse. Intentó detrás del banco, pero nada. Ya había alguien. Bajo la mesa, también había alguno. Detrás de la columna también... detrás de la puerta no podía esconderse porque lo había hecho ya muchas veces y Maurice la habría identificado fácilmente. Detrás de la cortina habría sido fácil localizarla en el momento mismo en el que hubiese entrado la luz al abrir la puerta.

¿Dónde? ¿Adónde ir esta vez?

48...49...50...

Óscar continuaba buscando, cuando le vino a mente que en el fondo de la habitación había un viejo armario, muy grande y vacío. Lo alcanzó velozmente y abrió la portezuela del armario lo más silenciosamente posible.

70...71...72...

Se metió dentro del armario. Cerró la portezuela. Suspiró. Sintió algo de cálido al lado suyo. "–Aquí estoy yo", dijo en voz baja Óscar.

85...86...

-¡Sssst! Le respondió la otra voz. Óscar no lograba comprender quién estuviese cercano a ella. Y ahora ya no había más tiempo para encontrar otro escondite.

¡99...100! ¡Heme aquí!!!

La puerta de la habitación se abrió y Óscar arrimó la espalda a la pared del armario. Maurice comenzaba a buscar en la oscuridad a sus adversarios. Se movía, pero no llegaba a encontrar todavía ninguno. Óscar se dio cuenta que la posición que había escogido era la peor. Estaba muy alejada de la puerta y para salir del armario habría hecho seguramente rumor. Pésimo, verdaderamente un pésimo escondite. En aquel punto sólo podía esperar, esperar no ser descubierta primero o que algún otro pudiese hacer "ampay salvo a todos" también para ella.

Un rumor más fuerte: "-¡Ampay para Pierre!"

Óscar comenzó a tener un cierto temor... los pasos de Maurice se hacían muy próximos. Qué idiota, pensó Óscar, ¿qué haya visto el armario?

Al improviso sintió alguna cosa tomarle por la cintura. Eran las manos del muchacho que estaba en el armario con ella. Óscar se quedó perpleja. Las manos del muchacho se entrelazaron sobre su cintura. Eran cálidas, y delicadas. Se dio cuenta de tener la espalda apoyada al pecho del "compañero de armario".

Los pasos se hacían más próximos. Óscar estaba como paralizada. Ella... ella debía apartarse de aquel abrazo, ella debía devenir en soldado. "¡Nada de remilgos!" Resonaba la voz del padre en su mente, todavía una vez más. Pero entonces ¿por qué no llegaba a moverse, a apartarse de aquel abrazo? Le habría bastado poquísimo. Un  puntapié, o un codazo. A quién le importa si Maurice me descubre, debo apartarme de este muchacho, pensaba Óscar.

Con todo, no obstante su propósito, Óscar no llegaba a separarse de aquellos brazos que la estrechaban por la cintura. No lo conseguía. Se quedó inmóvil todavía algún instante, que le pareció eterno. Los pasos de Maurice parecieron alejarse.

"-¡Ampay para Michel detrás de la cortina!"

Maurice había encontrado a su segundo adversario. Óscar había podido moverse por lo tanto, si hubiese salido inmediatamente habría tenido una pequeña ventaja sobre Maurice. Sin embargo, permanecía allí, ligada por la cintura[5] al muchacho desconocido dentro del armario. Pero, ¿quién era? No podía ser Pierre, y tanto menos Michel, quienes habían sido ya descubiertos por Maurice.

Óscar entonces respiró más fuerte y apoyó una mano sobre aquella del muchacho. Las manos del muchacho se retiraron improvisamente, como si hubiesen tocado algo que quemaba. El muchacho se apartó de ella. En silencio. Sin hacer rumor. ¿Quizás no quiere que sepa quién es? Pensó Óscar, pero ¿quién sois?

Ahora que estaba finalmente libre de aquel abrazo, Óscar habría podido salir. Habría sido una cuestión de pocos minutos, el tiempo de alcanzar la puerta y habría estado libre, libre de la oscuridad, libre de aquel juego y libre de la extraña sensación que había sentido cuando se había encontrado aquellas manos sobre su cintura. Una sensación de calor, una sensación placentera quizás, quizá no habría podido decir con certeza. Habría estado libre, pero Óscar no se movió. Y en la oscuridad ni siquiera su compañero se movió.

"-¡Me estáis haciendo desesperar muchachos! Pero ¿dónde estáis?" Maurice continuaba su búsqueda.

Esta vez deben haberse escondido todos muy bien, pensaba Óscar. Los pasos de Maurice comenzaron a volverse a aproximar.

Y ¿ahora? ¿Qué hago? Se está acercando de nuevo...

Óscar no tuvo tiempo de terminar de formular completamente aquel pensamiento en su mente que su compañero... de armario estaba de nuevo próximo a ella. Óscar sintió una mano pasar entre sus cabellos, acariciarlos, dulcemente, como dulcemente la misma mano se había estrechado en torno a su cintura. Oscar se quedó, como en espera, en espera de alguna cosa que no llegaba a imaginar. La mano del muchacho le acarició de nuevo los cabellos, lentamente, y luego se movió sobre la mejilla, con la misma dulzura. Óscar no lograba más pensar en nada, era presa solamente de la sensación de aquella cálida mano sobre su rostro. No pensaba más al juego, a Maurice que la estaba buscando en la oscuridad, en aquella habitación, en sí misma, al cuerpo de su madre, a los reproches de la abuela, a las palabras del padre.

En nada y en ninguno.

El muchacho, ella lo sentía, estaba de frente a ella ahora, y estaba cercano, siempre más cercano. Óscar confunde su temblor con aquel de él. Algo de mórbido y cálido se posó levemente sobre sus labios.

Fue entonces, que Óscar comprendió, con estupor, que estaba recibiendo su primer beso.

La portezuela del armario de abrió al improviso. Una mano se apoyaba sobre los hombros del muchacho que la estaba besado.

"-Ampay para..."

Fin

mail to: f.camelio@libero.it 

Traducción del italiano al español: Shophy Zegarra shophy@ec-red.com

Lima, jueves 27 marzo, 2003.

 

 

 

 

 

 

 

 

Back to the Mainpage

Back to the Fanfic's Mainpage

[1] NdTr. En el original, "brutta sorpresa", literalmente "fea sorpresa".

[2] NdTr. Nuestro conocido centímetro de costura ^^

[3] NdTr. En el original, "barbabietola", literalmente "remolacha", familiarmente, tiene el sentido de credulón o simplón.

[4] NdTr. En el original, "bietolone", literalmente "acelga", con un sentido similar al anterior.

[5] NdTr. En italiano, "vita" es tanto "vida" como "cintura" ^^