El Error
V
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Disclaimer:
Los personajes de esta historia pertenecen a R. Ikeda.
Después
de la atmósfera dramática de "Diez Días", quería jugar un poco con
los personajes.
Gracias,
como siempre, a Laura por su apoyo y estímulo. Buena lectura.
Óscar se levantó más temprano de lo usual. Esta vez no se habría dejado sorprender. No.
Esta vez lo habría encontrado. Esta vez habría encontrado a André. Y ya pregustaba la escena en la que lo habría descubierto en el acto de suspender otro absurdo billetín a la silla de su caballo.
Ya. ¿Y si no hubiese venido? ¿Y si no hubiese habido más ningún billete a esperarla a su retorno a las caballerizas de Versalles? ¿Y si aquel billetín hubiese sido el primero y el último? ¿Si hubiese sido justamente aquel el último contacto? ¿Si aquel hubiese sido el último fragmento de él, el último toque, su última caricia? ¿Cómo si hubiese sido el último acto entre ellos?
Hace frío esta mañana. Pensó Óscar. Se estremeció. Aunque si no hacía frío del todo aquella mañana. E introdujo el billete, sin darse cuenta, en un bolsillo del uniforme.
Arribó a Versalles anticipadamente. El servicio de guardia no estaba todavía completo. Muchos guardias debían llegar todavía. Descendió del caballo y lo llevó a las caballerizas. Miró entorno. Algunos guardias apenas llegados observaron una extraña actitud en su comandante. No se decidía a salir de las caballerizas. Y los minutos pasaban, inexorables, lentos y veloces contemporáneamente. Y él no estaba allí. No se decidía a hacerse ver, quizás. Así pensaba ella. Un guardia llamó su atención con un golpecillo de tos, que sonó en la mente de Óscar como una leve encrespadura. Una encrespadura en sus pensamientos. Óscar se volvió hacia el guardia con una expresión dura sobre el rostro. El joven soldado le estuvo casi intimidado:
-Comandante, perdonadme, pero debemos ir...
Óscar salió entonces de las caballerizas.
Bellaco.
Fue su último pensamiento antes de comenzar también aquella jornada.
Algunos minutos después el caballo de Óscar recibió otra visita.
Mano a mano que las horas pasaban, Óscar se descubrió pensando siempre más frecuentemente en las caballerizas... ¿habría encontrado algo a su retorno? Se descubrió pensando en una excusa cualquiera para regresar momentáneamente a las caballerizas. Pero el protocolo no se lo consentía. Aquel mismo protocolo que María Antonieta había siempre encontrado tan rígido y sofocante, y del que a menudo Óscar la había reprendido con dulzura, pero también con firmeza, improvisamente la estaba sofocando. La estaba sofocando a ella.
Fue licenciada. El sol tramontaba lentamente sobre el palacio de Versalles.
Sintió el impulso de correr. Pero se contuvo de hacerlo y se encaminó en cambio con paso rígido pero sostenido hacia las caballerizas.
No había ninguno. Se volvió. Se avecinó a su caballo. Un movimiento de la cabeza del animal.
Un instante largo como un siglo y resaltado por el temor. El temor de no encontrar nada. Un latido más fuerte del corazón de Óscar.
Suspendido a la silla otro botón de rosa, blanco también ese, más abierto que el precedente y un billete.
¿Estas verdaderamente segura que yo te haya hecho daño?
Si es así, denúnciame Óscar, ¿qué esperas para hacerlo?
A.
Óscar miraba el billete. Sintió encendérsele los carrillos. ¿Qué era? ¿Un desafío? ¿La estaba desafiando, quizás? Era un bellaco, mas se permitía el lujo de desafiarla. Corrió fuera con el billete entre las manos. No había ninguno. Como la noche anterior.
¿Cómo puedes pensar desafiarme, André? ¿Qué absurda convicción te hace pensar que yo no lo pueda hacer? Si no lo he hecho hasta ahora ha sido sólo para evitar un colapso a tu abuela. ¡No me desafíes, André, no tientes a la suerte conmigo! Si no lo he hecho hasta ahora es por que quería evitar que tu abuela sufriese... y porque hemos sido... amigos... por mucho tiempo. No me desafíes, André, perderías la partida. Te lo aseguro.
Insertó el segundo billetín en el bolsillo del uniforme y se encaminó, con una mirada aparentemente determinada, hacia casa.
La mirada de la muchacha era muy seria, más que la noche precedente. Óscar pareció a la abuela completamente perdida en sus pensamientos. Y no comió mucho, tampoco aquella noche.
Óscar continuaba reflexionando en el desafío lanzado por André. Nada me retiene de denunciarte. Nada y ninguno. Yo te he dispensado el usual favor de no hacerlo hasta ahora, ¡pero cierto que puedo hacerlo! En cualquier momento. Tomó el papel, la pluma y el tintero, se sentó al escritorio. Empuñó la pluma después de haberla entintado en la tinta azul. Miró la hoja blanca. Al improviso le pareció grande, demasiado grande. Y tan difícil escribir.
¿Qué me sucede? ¿Por qué no llego a escribir? Se llevó las manos al rostro. Suspiró. ¿A quién quiero tomarle el pelo? Ya he intentado hacerlo y no lo he conseguido, cuando he pensado recordar todo. Sacudió la cabeza.
La verdad es que de aquella noche yo no recuerdo dolor, no recuerdo sufrimiento, no recuerdo pesar. Aquella noche estaba tan triste...
Óscar comenzaba a volver a ver en la propia mente la escena. Había escogido aquel local por que era más aislado que los otros. Por que allí era una desconocida. Quería embriagarse, hasta el fondo, hasta olvidar incluso su mismo nombre. Aquella noche ella no quería ser Óscar, no quería ser la hija del general Jarjayes. Quería ser como todos los otros. Como todas las otras. Como todas las otras... mujeres. Estaba allí para no pensar en el conde de Fersen. Para olvidarlo por una noche. Y había llevado consigo a André, porque de él se fiaba, se había siempre fiado. Había continuado bebiendo pesadamente. Pero el alcohol no parecía haberle quitado la tristeza. Parecía en cambio que la volviese... extraña. Una sensación que no conseguía definir con sus mismas palabras. Observaba a André, aquella noche. Estaba triste, más que ella. Y no comprendía el porqué. Y, en algún extraño modo, ver a André tan triste le había dado... fastidio... como si la idea de verlo triste le hubiese hecho en algún modo daño. No le había jamás sucedido sentirse así. Hacia él sobre todo. Le parecía extraño, en aquella circunstancia, considerar a André como un adulto, como un hombre con pensamientos propios. Habían crecido juntos y lo había considerado siempre un muchachito. Pero era devenido un hombre. Y un hombre con pensamientos y emociones que no siempre compartía con ella. ¿Qué le escondía André? ¿Por qué estaba tan triste aquella noche? ¿Por qué le había parecido en ciertos momentos que quisiese llorar? ¿Por qué no la miraba como siempre? Estos pensamientos le habían provocado una cierta inquietud. Así había comenzado tontamente a preguntar a André qué era el amor. Lo había provocado, en un cierto sentido. Recordó la precisa sensación de fastidio que había sentido cuando André había dicho, refiriéndose a la Reina y a Fersen:
"-Que también él la ama. Que Fersen ama a la Reina. Que, bien que escondido del mundo, este amor lo han podido vivir. Aunque si por poco tiempo. ¡No obstante todo!"
Conque André estaba enamorado, y era infeliz. Óscar no lograba darse cuenta de que André pudiese haber vivido un amor tan intenso. Había estado siempre cercano a ella. No se habían separado jamás. Habían vivido siempre juntos. Compartiendo todas las experiencias. Pero él se había enamorado. En modo muy profundo, y doloroso, a juzgar por el énfasis que había dado a aquellas palabras. Y ella no se había dado cuenta de nada. Descubrir que André tenía una vida propia, sentimientos diversos de los suyos le había dado fastidio. Descubrir que André se había vuelto un hombre le había dado fastidio. Descubrir que André podía desear no estar con ella, sino en compañía de quién sabe cuál muchacha le había dado fastidio. Profundamente. Sin pensarlo dos veces lo había atacado, pesadamente, con ironía. El amor. André sabía qué era el amor. Lo había vivido más que ella. Lo había vivido sin ella. Aquella sensación de vergüenza que Óscar había sentido la noche anterior después de la lectura del primer billete reapareció en la mente de Óscar. Cerró los ojos. Una lágrima se deslizó sobre su rostro mientras recordaba, mientras recordaba su provocación.
"-¡Tocado! Entonces André, ¡estás enamorado! Y ¿quién es la afortunada doncella que ha hecho brecha en tu corazón? ¿Y por qué no estás con ella ahora?"
Estaba como herido, como si le hubiese hecho mucho daño. Pero yo continuaba sintiendo aquella sensación de fastidio al verlo así, tan enamorado, y sufriente. Sus ojos se habían enrojecido. Y yo me sentía extraña, muy extraña... improvisadamente... sentía la necesidad de comprender qué sintiese él y al mismo tiempo un fastidio que se transformaba casi... en dolor... a la idea que todo esto él no lo compartiese conmigo. Que estuviese reservado... a otra. Un pensamiento absurdo.
"-Entonces, André, dime cuánto te hace feliz este amor, dime aquello que sientes cuando estás con ella, qué se dicen... qué... hace... yo..."
Yo tampoco sé por qué dije una cosa semejante[1]. Tenía el alcohol en el cuerpo. Tenía tanto alcohol en el cuerpo. Demasiado. Él se enojó conmigo. Me respondió secamente. Me respondió duramente. Y yo me apoyé a él. Sobre su brazo. Como cuando éramos pequeños. En ciertos días tristes. Me habría consolado. Como entonces. Pero no me consoló. Me hizo levantarme para llevarme[2] a casa. No quería consolarme. No estaba más en el centro de sus pensamientos como cuando éramos niños. Había alguna otra que lo habría querido próximo a ella. Me ayudó a salir. Estaba abrazada a él. Y esto me hizo sentir una emoción extraña. Pero debía ser el alcohol, André, debía ser el alcohol. Demasiado próximo a mí. Sentía la necesidad de abrazarte y tú te alejabas para buscar una carruaje. Y entonces te provoqué de nuevo. Todavía más pesadamente. Una víbora. ¿Qué quería demostrar? ¿Qué no podías interesarte en una mujer? ¿En una mujer que no fuese yo? Perdóname, André. Tenía demasiado alcohol hasta en el corazón.
"-Tú sabes qué quiere decir amar, André, y yo quiero saberlo. ¡Quiero probar qué se siente[3]!"
Pero tú no cedías. Debías amar mucho a aquella mujer si no cedías de frente a mí. Si no cedías de frente a mi... ¿disponibilidad? Perdóname, André. Entonces me enfurecí contigo. Te traté de siervo. Yo, que jamás te he considerado tal. Y te di un bofetón. Mi provocación fue completa. Como una serpiente, te había envuelto en mis espirales. La partida estaba ahora casi vencida.
"-Si esto es lo que quieres, Óscar...."
Habría debido alejarte entonces. Apartarte de mí. En aquel preciso momento. Y habría vencido la partida. Esto habría significado que podía hacer de ti lo que quisiese. Arrebatarte de aquella mujer y dejarte a mi gusto. Sólo cuando yo quería. Pero tú, tú comenzaste a besarme... y yo... no conseguía detenerte... yo... yo tenía demasiado alcohol en el cuerpo y demasiada tristeza en el corazón... y... algo de desconocido que me atravesaba el cuerpo... más velozmente que el alcohol. Te... quería... todo para mí... quería que tus caricias y tus besos fuesen para mí... todo para mí... yo... ¿te deseaba? Yo no comprendía realmente qué significase la palabra deseo. Una palabra que había encontrado en las novelas que leía mi madre y que a escondidas también había leído yo. Quería comprender qué era el deseo. Mi cuerpo parecía pedírmelo. Mi corazón parecía pedírmelo. Y tú estabas allí. Apasionado. Cálido. Respondí a uno de tus besos, aunque no sabía exactamente cómo hacerlo. Por un instante la hija del general retomó el predominio sobre mí. Y te aparté.
"-Óscar yo... yo... lo siento..."
Sin embargo, el alcohol continuaba fluyendo dentro de mí y me sentía siempre más extraña y te quería... no contaba más porqué hubiese iniciado ese juego absurdo. Yo te quería.. Y, sin que la hija del general pudiese impedírmelo, te lo dije.
"-Yo no sé qué me esté sucediendo, André... yo... yo solamente sé que quiero hacer el amor contigo, André, ahora, ¡enseguida!"
Tu última resistencia fue inútil. Comencé a besarte, aunque si no sabía gran cosa cómo debía hacerlo y tú me abrazaste. Yo no recuerdo gran cosa de lo que haya sucedido después. ¿Tiene importancia? Lo hemos hecho. Y creo que debe haber sido hermoso.
Pero mi rol es otro. Yo soy Óscar de Jarjayes. Y no he sido criada para vivir una vida como las otras mujeres. Yo no soy una mujer como todas las otras. Y mi destino no es el de las otras mujeres. Hay lujos que no puedo concederme. Ha sido un error, André, ha sido un estúpido error de parte mía. Un error que deseo olvidar de todos modos, por cuánto pueda haber sido... hermoso... en el momento. Tú tienes tu vida, a cuanto parece, y yo la mía. Ha sido sólo un error, sólo un estúpido error.
Sin embargo, con todo, hay una cosa que no comprendo. ¿Por qué me siento tan en culpa? Ahora que he admitido mi error no me siento mejor. ¿Por qué? Es como si te hubiese hecho daño. En el fondo, ha sido sólo una noche de sexo.
Placentera, pero una noche de sexo.
Tú estás enamorado de otra. Así me has dicho. No obstante, siento que algo no cuadra. Que faltan otros pedazos a este mosaico.
Óscar se alzó de la silla y se desvistió para ir a dormir.
Una sola cosa me está clara, y es que debes perdonarme, André. Perdóname por aquello que ha sucedido. Y ve libre por tu camino. Ve a la muchacha que amas. Y considera, como lo hago yo, esta historia como un error. Un estúpido, placentero error.
Óscar se durmió. Pero en la noche volvió a revivir, en sus sueños, su estúpido error.
En el próximo episodio: Después de haber intentado aclarar consigo misma el sentido de cuanto acaeció, a Óscar, sin embargo, todavía le faltan taraceas para reconstruir el mosaico. De las frases, una respuesta. Entretanto, descubriremos cómo vive André ausente de mansión Jarjayes. Mientras el epílogo de la historia se hace más próximo, un evento inesperado está por cambiar las cartas en la mesa tanto para Óscar, como para André.
Continúa...
Mail to: f.camelio@libero.it
Originalmente publicado en: Laura’s Little corner/ Vetrina:
http://digilander.iol.it/la2ladyoscar/Index.html
Traducción del italiano al español: Shophy Zegarra shophy@ec-red.com
Lima, miércoles 30 de julio, 2003.
pubblicazione sul sito Little Corner dell'aprile 2004
[1] NdTr. Literalmente "una cosa del género".
[2] NdTr. Con el sentido de "devolver" a un lugar.
[3] NdTr. En el original: "Voglio sentire cosa si prova", literalmente, "quiero sentir qué se siente".