El error
(En la noche, tú)
Parte X
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André miraba fuera por la ventana de su habitación en plaza Vendôme. La noche había caído sobre la ciudad y sólo la luz de la vela apoyada sobre la mesita de noche a su lado le permitía ver afuera. Mirar afuera de aquella habitación donde había convivido con su Óscar tantos momentos. Momentos maravillosos. Mirar afuera en aquel mundo donde él y ella no tenían ningún motivo para estar juntos, ningún motivo para amarse. La abuela, sin saberlo, le había tristemente recordado cuál era el único puesto posible para su amor. Para un amor que las convenciones, las leyes y las personas no habrían aceptado. Nunca. A menos de una fuga. Al menos desaparecer. De dejar la tierra quemada detrás de ellos. Detrás de ella, sobretodo. El amor de un siervo y de una patrona, para el mundo. El amor de un hombre y de una mujer, para ellos dos. Y así aquélla habitación representaba realmente el único puesto en el mundo donde pudiesen vivir aquel amor. El único fuera del mundo. Lejos de todo y de todos. Pero no inalcanzable, como la abuela le había recordado.
Pero en aquélla habitación, ante sus viejas y húmedas paredes el milagro de su amor era posible. Y cada día habría sido más peligroso y más difícil. Pero valía la pena vivirlo. Después de todo.
André se preguntaba qué sería de ellos cuando Óscar hubiese tomado conciencia de sus sentimientos hacia él. ¿Aún fugaría? ¿O lo habría afrontado?
Con todo, la suya no sería una elección fácil. ¿Por qué debería renunciar a su familia por mí? Su padre no me aceptaría nunca. Pero ¿Óscar podría jamás renunciar a su padre? ¿Y a su carrera? ¿Qué sería de su carrera si se uniese a mí? Existe algo profundamente injusto en esto, amor mío. Si tú decidieses amarme perderías demasiadas cosas que te son queridas. Y todo mi amor no podría compensar su pérdida. Mi sufrimiento de todos estos años pasados amándote en silencio me parece ahora... casi... absurdo. Yo no pierdo nada amándote. Tú eres mi esperanza, mi sueño y mi razón de vida. Pero en el fondo yo no tengo una familia por perder, porque mi familia eres tú. No tengo dinero o rango por perder, porque no poseo nada. Y la mía es paradójicamente una elección fácil. La tuya no lo es otro tanto. Es dolorosa, de todos modos. Tú podrías perder todo, todo lo que te es querido, si escoges amarme. Y entonces ¿por qué, de todos modos, soy tan egoísta en esperar que tú me escojas a mí? ¿Por qué soy tan egoísta en esperar que tú decidas luchar conmigo por este amor? ¿No debería ser generosidad el amor? ¿No debería ser anteponer el bien del otro al propio? Y entonces, ¿por qué espero que tú hagas justamente la elección que te hará sufrir más?¿Es esto mi amor? ¿Es todo? ¿Es tan mezquino? Con todo, no obstante todo esto, amor mío, querría solamente que tú estuvieses aquí ahora, querría solamente estrecharte entre mis brazos ahora. Confundirme entre tus cabellos. No sentir otra cosa que tu perfume, tu calor. Sólo tú puedes decirme lo que es justo y lo que no lo es. Tengo necesidad de ti. Desesperadamente.
¿En dónde estás ahora, Óscar? ¿Entre los espejos y juegos de agua de Versalles? ¿O en tu habitación? Cómo quisiera que estuvieses aquí conmigo...
André se amodorró, con el rostro apoyado sobre el vidrio de la ventana. La vela lentamente se consumió hasta apagarse. En la pequeña habitación de plaza Vendôme había descendido la oscuridad.
No escuchó el primer golpe dado al portón. No escuchó el segundo golpe. Y la voz de ella que le llamaba en la noche se confundió con la de ella en sus sueños. Repentinamente André se despertó. Una figura envuelta en una capa miraba hacia su ventana. A duras penas enfocó la imagen en la oscuridad. Pero aquella figura que estaba montada a caballo era ella... era ella...
Abrió la ventana.
"¡¡¡ÓSCAR!!!"
La vio. Una bellísima muchacha con los ojos claros que sonreía, ahora. Que le sonreía. Envuelta en una capa verde. Montada en un caballo. La más bella imagen que jamás hubiese él visto en su vida. André trató de descender la escalera lo más velozmente que pudo. No obstante le doliese todavía la pierna. El último obstáculo entre la muchacha que amaba y él.
Cuando abrió el portón ella estaba allí de frente a él. Los ojos bajos. Como intimidados improvisamente por encontrarse tan próximos.
"Óscar, entra, por favor."
Juntos subieron la escalera. André se apoyó delicadamente en ella.
Debería... debería preguntarle por qué ha venido aquí a esta hora, debería decirle que no debía venir aquí esta noche, que se arriesga a ser descubierta, y entonces ¿por qué no tengo el coraje de preguntarle nada y estoy simplemente feliz de tenerla aquí al lado mío esta noche? Soy egoísta. Terriblemente egoísta. Y estoy terriblemente enamorado de ella. No te vayas, amor... ya no te vayas... te lo ruego.
Entraron en la habitación. Ella se despojó de la capa y de la casaca. Apoyó la espada en un ángulo. En la oscuridad André buscaba una vela para encender. La encontró. En la oscuridad sintió que la mano de ella había encontrado la suya.
"Espera, espera en encender la vela" dijo ella, con un hilo de voz.
André permaneció inmóvil. Por algunos instantes que a André parecieron eternos, en la habitación hubo sólo respiraciones.
Luego ella respiró más fuerte, como si tuviese que tomar todo el aire en los pulmones antes de hablar.
En la oscuridad de la habitación donde ni las leyes, ni las personas podían entrar, donde podía haber espacio sólo para el amor entre ellos, Óscar se avecinó aún más a él.
"Yo... debo decirte una cosa... escúchame... porque no sé si conseguiré repetirlo una segunda vez... "
André permaneció en silencio. Le acarició la mano dulcemente, como para darle valor...
"André... te amo."
En la oscuridad las manos de él buscaron la cintura de ella, los labios de él buscaron los de ella. Se abrazaron y se deslizaron lentamente hacia el suelo. En la oscuridad se besaron, se acariciaron. Se susurraron palabras de amor. Y se quedaron así por mucho tiempo. Abrazados. En la oscuridad.
Óscar sentía que André había apoyado la cabeza en su pecho. Sentía las lágrimas de él humedecerle ligeramente la ropa. Le ceñía la cintura con un brazo mientras con la otra mano le acariciaba los cabellos.
"Óscar... por favor... prendamos ahora la luz... quiero verte... tú eres tan hermosa..."
Óscar se sintió sonrojar. Era la primera vez que alguien le decía algo semejante. Le pareció inverosímil. ¿Ella hermosa?
"¿De veras?" Preguntó ella.
"Eres bellísima, verdaderamente, Óscar. Nunca pude decírtelo pero lo he siempre pensado. Cada vez que te miraba... y luego..." sonreía André acariciándole los cabellos, "digamos que no había caso en decírtelo... visto que como mínimo me habrías agarrado a golpes o peor, me habrías ensartado con tu espada... pero visto que ahora no está al alcance de tu mano..."
"¿Quién te ha dicho que no estoy armada?" Dijo Óscar tratando de no pensar en el rubor que le había invadido el rostro.
"Entonces... arriesgaré la vida: Óscar, eres bellísima, eres la mujer más hermosa que haya jamás visto."
Se levantaron. André aferró las cerillas y la vela. Óscar le abrazó mientras intentaba encenderla.
"Espera Óscar, de otro modo no consigo encenderla."
"¿Por qué?" Preguntó Óscar con aire inconscientemente malicioso.
"Porque de otro modo me obligas a hacer esto..." André volvió a besar a Óscar sobre los labios, con pasión.
"Óscar, te amo, te amo tantísimo, yo... nunca he estado así de feliz en mi vida... Pero ahora... qué haremos... no querría nunca que sufrieses por mi causa..."
"Sabes André, me costó tanto comprender lo que sentía por ti que ahora... ahora no quiero pensar en lo que haremos mañana... sólo quería venir a tu casa... y no me importaba nada... ni nadie... quería sólo estar contigo... me has hecho tanta falta... tanta..."
"Amor mío... también tú... también tú me has hecho tanta falta... una parte de mí esperaba que vinieses, esta noche... querría darte todo... pero no tengo nada... y tú lo sabes... y estar conmigo podría ser un problema para ti... si solamente..."
Óscar sonrió. "Ah, ah, no esperes que te salga así barato... ¿quién ha dicho que tú no puedes darme nada? Hay tantas cosas... que me puedes dar... y luego yo te debo dar un montón de cosas... Por ejemplo te debo dar un montón de estos..."
Y Óscar comenzó a besar los labios de André con pequeñísimos besos. Tantos besitos.
"Uno... dos... tres... cuatro... cinco..."
"Espera, espera... Óscar, ¿cuántos de estos piensas darme?"
"Como anticipo había pensado en una centena de estos..."
"Amor... así no vale... así no están bien..."
"¿Cómo que no están bien...? ¿Cuántos querrías?" Preguntó Óscar.
"Tal vez un poco menos que un ciento... pero así...", y André volvió a besarla, haciendo el beso siempre más profundo. Óscar se perdió nuevamente en la sensación de aquel beso... luego se apartó de André.
"¡Pero así no terminaré nunca de besarte!, protestó sonriendo Óscar.
"Exactamente. Nunca debes dejar de besarme... digamos que podemos ponernos de acuerdo... para las pausas... pero breves... de vez en cuando... para comer... dormir... de todas maneras tienes toda la vida para hacerlo... y mira que... no hago los descuentos."
"Eres un déspota, André, mi André..."
Sonrieron. Y retomaron el "conteo" desde donde lo habían dejado.
André entonces comenzó a besarla en el cuello. Óscar sentía de nuevo las sensaciones que había sentido sobre su piel la noche de la taberna. Se sentía feliz. Se sentía, lentamente, siempre más excitada, no habría nunca más querido olvidar esto que estaba sucediendo entre ellos. De nuevo, como aquélla noche.
"Óscar...", le dijo André en voz baja a un oído, "yo... te deseo... te deseo tanto."
Óscar aproximó la boca al oído de él. "También yo", le respondió suavemente.
Se sentaron sobre el lecho. Y André recomenzó a besarla, desvistiéndola lentamente. Óscar sintió que las sensaciones de placer que experimentaba devenían siempre más fuertes, siempre más intensas. Era como si viviese en dos momentos diversos. Sentía a André, sentía su respiración, sentía el roce de sus manos, sentía sus labios recorriendo poco a poco su cuerpo. Vivía en dos momentos, Óscar, porque le regresaban a la mente en aquel momento también las sensaciones experimentadas aquélla noche.
Los labios de André habían explorado su pecho y descendían lentamente sobre su vientre, siempre más al fondo. Al improviso las sensaciones que Óscar sentía se hicieron más fuertes... más intensas... insólitas... Cuando sus labios avanzaron hasta el pubis, Óscar se encontró mirando con estupor a André. Las sensaciones que le producían sus besos en aquel punto eran mucho más fuertes respecto a las que había experimentado hasta ese momento. Óscar no conseguía comprender porqué no recordase esta sensación. Gimió. Con todo... aquélla noche...
André se recostó sobre los brazos. Al improviso la miró a los ojos. "Amor... qué extraño este lunar justamente aquí... nunca lo había visto..." Escrutó el lunar ubicado justamente sobre la cumbre del pubis. "Curioso... la otra vez no debo haberlo visto..." sonrió, volviendo al lado de ella.
Recomenzó a besarla sobre la boca mientras con las manos continuaba acariciándola, provocándola. Óscar sentía su excitación crecer y con la suya la de André. Por algunos minutos la habitación estuvo plena sólo de sus suspiros y de sus gemidos.
Óscar continuaba rememorando las sensaciones de aquélla noche. Se sentía lista a hacer que su relación se volviese más profunda... lo deseaba... sin embargo... contemporáneamente sentía una extraña inquietud subiéndole desde dentro... como miedo... pero de qué... ellos lo habían ya hecho... ¿no?
"A... André, espera..."
"¿Óscar?" Le pasó una mano entre los cabellos. Estaba completamente tendido sobre ella. "¿Qué sucede, amor?"
"André... yo... no sé... escucha... sé que parece absurdo pero... aquélla noche... lo hicimos... ¿verdad?"
"... Pero claro, amor, no recuerdas... hicimos el amor... fue tan hermoso... ¿de veras no lo recuerdas?"
"N... no... pero tú... ¿estás seguro de eso?"
"Sí, recuerdo que hicimos el amor... pero qué te sucede ma petite[1]... ¿tienes... miedo, acaso?"
"Yo verdaderamente... sí... no sé explicármelo... pero si ya lo hemos hecho yo... no debería sentir miedo pero... no entiendo..."
"Amor, te juro que no te haré ningún daño, verdaderamente... quiero que sea hermoso para ti como para mí... pero ¿justo no recuerdas? Estábamos sobre tu cama y me estabas besando... luego te detuve... yo... quería decirte lo que sentía por ti... ¿no recuerdas?"
"Sí... me dijiste que me amabas..." Óscar recordaba, recordaba aquélla escena. "Y yo... no sabía qué decirte..." Su voz se había hecho triste. En el fondo, era triste pensar que ella no hubiese sabido qué responderle...
"Amor, aquélla noche, tú... me dijiste cosas..." André insistía.
"Espera... espera... yo no te dije nada, en ese momento", admitió Óscar. Se pasó una mano entre los cabellos. Suspiró.
"¿Cómo que no me dijiste nada?" Sonrió André, incrédulo. "Al inicio, es verdad, no me respondiste. Seguías mirándome con ojos asombrados. Después nos recostamos y tú te quedaste en silencio durante algunos minutos... Pensaba que me habrías echado, entonces, pero, luego, tú... me acariciaste el rostro con una mano, recuerdas... luego... me dijiste que me amabas, que me amabas también tú y yo..."
"No, André". Óscar se puso de frente a él, girándose y apoyándose sobre un costado. "Aquélla noche no te dije que te amaba. Estoy segura de ello."
"Amor, te lo juro, me dijiste ‘André... no lo sabía... pero yo también... también yo te amo... te amo tanto...’"
"Amor... no pude haberte dicho nada parecido. Ahora lo recuerdo..." Hizo una pausa. Las imágenes de aquélla noche le retornaron a la memoria. "Yo no sabía qué decirte..." Estaba triste, había sido al mismo tiempo perturbador, triste y dulce saber que él estaba enamorado de ella. "Sí... estabas recostado con la cabeza sobre mi hombro. Te acariciaba el rostro... y no sabía qué decirte. Era algo demasiado fuerte y demasiado perturbador para mí saber de tu amor por mí..." ‘André... yo... no lo sé’, le había dicho. ‘No lo sé’, había repetido, casi en el pánico, aquélla noche. No estaba preparada para escuchar decir aquellas palabras. No lo había pensado jamás... o, quizá, sí... Era triste. Lo había mirado con ojos plenos de dolor. Le había acariciado el rostro.
"Así", retomó, "continué acariciándote buscando desesperadamente algo qué decirte... estaba apenada... pero, de veras, no puedo haberte dicho algo semejante..."
"Quizá simplemente no lo recuerdas...", aventuró él. "Después que me dijiste aquellas palabras me abrazaste y luego... comenzaste a besarme... y luego comenzamos a hacer el amor..." Se detuvo. "... Al menos creo..." Comenzaba a sentirse confundido.
"Un momento, André... sé que te parecerá absurdo pero... ¿no es que podrías decirme al oído exactamente cómo fue que hicimos el amor?" Un intento por hacer...
André la miró con estupor... luego se aproximó al oído de Óscar. A medida que André susurraba a su oído, Óscar abría más los ojos. Luego fue él quien dejó de hablar.
"Verdaderamente... yo... no recuerdo ninguna otra cosa, Óscar..."
"André... ahora te digo al oído en cambio cómo hicimos el amor según yo."
Mientras Óscar le hablaba al oído, en voz bajísima, André se ponía siempre más confuso. Las imágenes de aquélla noche se confundían con las de sus sueños... de sus sueños de siempre con ella.
"No entiendo... no entiendo... yo... siempre pensé que nosotros..." dijo André.
"¡Oh Dios! ¡André! Tengo la impresión que ¡de amnesia... sufres tú! En fin, ahora consigo ver la escena. Me habías dicho que me amabas y no sabía qué responderte. Nos recostamos juntos. Yo tenía la cabeza llena de alcohol... Te tenía abrazado, te acariciaba... Estaba triste... Estaba triste por ti... trataba de pensar en una respuesta para darte... estaba confundida... tan confundida..." Había continuado acariciándolo, casi acunándolo, aquélla noche, como para consolar su pena. "Luego... cuando estaba a punto de decir algo...", Óscar se ruborizó, decididamente abochornada, "te miré... y me di cuenta que tú... tú dormías... ¡sí! ¡Tú dormías!"
"¿Qué?"
"Ehm... sí... te habías dormido... esperando mi respuesta... y... cuando te vi dormir yo..." ¿Cómo decírtelo? "Me relajé... a malapena tenía los ojos abiertos... y los cerré... debo haberme dormido viéndote dormir. Cuando, a la mañana siguiente, me encontré desnuda en la cama contigo... pensé... pensé..." Óscar estalló riendo. "André... tengo la impresión que cometimos un grueso error... de valoración..."
"No lo puedo creer" respondió André, todavía sorprendido. "Pero amor, tú... me dejaste también un chupetón sobre el cuello... aquélla noche..."
"Sí... pero estábamos en la carroza... ¿no lo recuerdas?"
"Sí, oh Dios... Todavía no lo puedo creer. Tú estabas allí, a mi lado, y yo... ¡Me dormí!" Movió la cabeza, incrédulo. "Con todo... yo te soñé... toda aquella noche... y he soñado haciendo el amor contigo... del modo en el que de dije hace poco... pero entonces..."
"Entonces sí, amor... es mi primera vez", concluyó Óscar.
"Entonces, ma petite, te confesaré un secreto. Es también mi primera vez", fue la lógica consecuencia colegida por André.
"¿De veras?"
"Sí."
"Si pienso en todo lo que sucedió... por un error... por un error de valoración... todos estos meses... hasta te acusé de haberme violado... luego te eché de casa... yo... arriesgué perderte en el incendio..."
André sonrió. Un beso sobre la frente de ella.
"Piensa, en cambio, que si no hubiésemos creído ambos haber hecho el amor aquella noche... quizá no estaríamos aquí ahora... y tú... no me amarías... quizá... no fue un error tan grave... en el fondo... y luego... ciertos errores se pueden... corregir... ¿no crees...?"
"Pero espera. Hagamos las cosas por las buenas, esta vez. Ante todo verifiquemos estar ambos bien despiertos. Empiezo yo."
Y Óscar le dio un fuerte pellizco en la mejilla derecha de André.
"¡Ay! Basta amor, lo estoy, y bien despierto. Ahora me toca a mí ver si estás bien despierta."
Óscar cerró los ojos en espera de su pellizco. En cambio, sintió los labios de André mordisquearle ligeramente un pezón. Gimió.
"¡Sí, diría que estás bien despierta! Entonces... amor... ¿podemos?..."
"Sí", sonrió Óscar.
Y aquella noche, en la habitación de plaza Vendôme no hubieron más... errores. Sólo un hombre y una mujer que se amaban. Intensamente. Y que se habrían amado aún, durante el resto de sus vidas.
Fin.
(Era hora ^____-)
Mail to: f.camelio@libero.it
Originalmente publicado en: Laura’s Little corner/ Vetrina:
http://digilander.iol.it/la2ladyoscar/Index.html
Traducción del italiano al español: Shophy shophy@ec-red.com
Lima, viernes 18 de mayo, 2007
Pubblicazione del sito Little Corner dell'ottobre 2008