No vaciles para amarme,
que tu entrega es nunciatura
de residencias en vilo.
Después las calles abiertas
de la ciudad de tu sueño
estrenarán las acacias
y el crepúsculo de junio.
Abreme tu pelo muerto
de cuchilladas de estrella,
y tus manos sobre el agua
facilísima del frío,
com flores, como cisnes;
y tu garganta que crece
para no sé qué desmayos,
y tu sienes como conchas.
Luego seremos dos sombras
brillantes por los recuerdos reciprocos.
No vaciles,
que el clarín bate la prisa
lunaria de los que somos
labios y sed solamente.
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