Es la lluvia miradas de ángeles
gloriosos, acordes de cristales.
Y sobre todo esto: la alegría de estar
no junto, ni sobre,
ni tampoco dentro, sino en Ella.
Confundidos los dos, más que fundidos.
Hechos ya un solo cuerpo,
un alma sola que se besa a sí misma
por los espacios blancos, olvidada del mundo.
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