Padre Pio


Anche il giornale argentino Clarin ha parlato di Padre Pio il giorno dopo la sua santificazione.

RELIGION: EN LA PLAZA DE SAN PEDRO HUBO MAS DE 300.000 PERSONAS
Frente a una multitud, el Papa canonizó al 

Padre Pío

El santo es uno de los más populares de Italia. Murió en 1968 y fue célebre por los misteriosos "estigmas" de Cristo que le aparecieron. Es el santo número 451 que proclama Juan Pablo II.

El papa Juan Pablo II —su más ferviente devoto—, proclamó ayer santo al místico monje capuchino Padre Pío, 34 años después de su muerte, en un acto que fue considerado como la más multitudinaria ceremonia de canonización de la historia de la Iglesia Católica.

Más de 300.000 peregrinos llenaron la plaza de San Pedro desde las siete de la mañana, llegados de toda Italia y otras partes del mundo, mientras otras 70.000 personas se repartían entre San Giovanni Rotondo, Puglia, la ciudad del sur de Italia donde vivió y murió el "fraile de los estigmas de Cristo", y el pueblo de Pietralcina, donde había nacido en 1887. Con una voz débil, pero animado y mejor que en otras ceremonias, el Papa pronunció en latín la fórmula "declaramos y definimos santo al beato Pío de Pietralcina". La multitud celebró con ovaciones la frase del Pontífice.

La solemne ceremonia se realizó bajo un sol implacable y un calor tropical, pero el Papa resistió bien el agobio del clima y la humedad. Al final del rito, Juan Pablo II hizo a bordo del papamóvil, sin protecciones de seguridad, un largo recorrido por la plaza de San Pedro y a lo largo de la vía de la Conciliación repleta de gente, hasta el río Tíber, aclamado por los peregrinos que le gritaban "gracias" por haber confirmado la santidad del Padre Pío.

Durante medio siglo, desde 1918, el franciscano capuchino tuvo los estigmas sangrantes de Cristo, un misterio inexplicable, hasta su muerte. Cerca del Papa, en el altar levantado junto a las escalinatas de la Basílica de San Pedro, junto con decenas de cardenales que se protegían del sol con grandes sombrillas con los colores blanco-amarillo del Vaticano, asistieron varios miracolati, o sea personas que recibieron según la tradición católica milagros de Dios gracias a la intercesión del santo.

Un niño de diez años, moribundo por una meningitis, que vio al fraile y le rezó, curándose de inmediato, tomó la comunión a metros de Juan Pablo II. También estaba una mujer que se curó un cáncer de pulmón con las plegarias al santo y una polaca amiga del Papa que había sido desahuciada por los médicos debido a un tumor. El entonces obispo de Cracovia, Karol Wojtyla, escribió al Padre Pío pidiéndole oraciones para salvarle la vida. Y la mujer se curó.

El Papa, que escribió y leyó una oración al anunciar al 23 de setiembre como la fecha obligatoria dedicada a San Pío, recordó a la multitud que en 1947, cuando era un joven sacerdote polaco que estudiaba en Roma, había visitado al monje capuchino en San Giovanni Rotondo y que el Padre Pío lo había confesado.

El Vaticano volvió a aclarar ayer que es falsa la leyenda, muy arraigada en Italia, que cuenta que entonces el Padre Pío le había vaticinado al joven Wojtyla que algún día iba a ser elegido Papa.

El Padre Pío es sin dudas el más popular santo de la Italia contemporánea. En esta última etapa de su pontificado, Juan Pablo II ha intensificado la proclamación de santos y beatos. El Padre Pío es "un santo de Wojtyla", como escriben los diarios, porque Juan Pablo II cree que los ejemplos contemporáneos de las "perfecciones cristianas" deben ser elevados a los altares. El Padre Pío es el santo número 451 proclamado por Karol Wojtyla en sus casi 24 años de pontificado.

Hay otras dos citas con otros personajes que cuentan con millones de devotos: en octubre será canonizado el beato José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, muerto en 1975.
Balaguer es otro caso de "santo fulminante", proclamado menos de 30 años después de su muerte. Y se cree que también será promovida "a furor de pueblo" a los altares la Madre Teresa de Calcuta.

Durante los actos de ayer, más de 500 personas debieron ser auxiliadas por el gigantesco aparato de seguridad, sanitario y de asistencia montado con miles de voluntarios. Cuarenta peregrinos debieron ser internados en hospitales y cinco, algunos con infartos, están en grave estado.

La policía arrestó durante la ceremonia a once punguistas que robaban entre los peregrinos y la Municipalidad de Roma hizo circular entre las multitudes una docena de camiones hidrantes que lanzaban agua como una benéfica lluvia para aliviar el calor. Millones de litros de agua mineral fueron distribuidos gratuitamente, junto con alimentos y remedios.

A las cinco de la tarde, la gran mayoría de los peregrinos habían abandonado la ciudad en 3.000 ómnibus y dos docenas de trenes especiales. Roma acababa de vivir otra jornada histórica.

Julio Alganaraz 17/6/2002