La Esperanza


Esperanza

Esperanza

Santa Catalina

Catalina de Siena comenzó una actividad de correspondencia, aprovechando a sí misma de sus discípulos a los que ella dictó sus cartas.

Escribió alrededor de 380 cartas, durante los últimos diez años (1370-1380) de su vida.

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Cartas

Oh Esperanza, dulce hermana de la fe, tú eres la que, con la llave de la sangre, deseas la vida eterna, tú guardas al alma, como ciudad del enemigo, de la confusión, y no alientas tus pasos para que el demonio, por la gravedad de las culpas cometidas, confunda al alma hasta la desesperación; pero si varonil perseveras en la virtud, poniendo sobre la balanza el precio de la sangre, tú pones la corona de la victoria sobre la cabeza de la perseverancia, porque tú esperaste poseerla en virtud de la sangre. Tú eres la que deja al demonio en la confusión, con la cuerda de la fe viva, tú respondes al sutil engaño que el usa con las almas, para someterlas a contínua tiniebla y aflicción.

Alguna vez el alma habrá confesado su defecto escuetamente: el diablo entonces, para ofuscarle la mente, y hacerle ver al alma que no es bueno confesar los defectos, le dice: "Tú no los has confesado todos; y los que has expuesto no los has expresado del modo debido". Y muchos otros argumentos. Si entonces ella no se eleva con prudencia y esperanza, el alma queda en la tibieza, en temor y afán de la mente, en las tinieblas unido a los brazos del santo deseo, pero atrapada en los lazos de la confusión: en una palabra:el alma se priva de la alegría y se hace insoportable a sí misma.

¿De qué modo debe reparar para no caer en la desesperación?. No hay otro modo que con la luz de la fe, que hace observar a la conciencia, sin malicia,como voluntariamente. No hay veneno para el alma que la confesión no pueda expulsar. Confesando con humildad el haber dicho esos defectos de modo imperfecto,para no agravar la culpa;pero está confesión será sazonada con la esperanza puesta en la sangre de cristo, confiando que nunca faltará por su parte, será Él quien la completará.

El otro remedio es que con la luz mires cuánto es inefablemente amado por Dios: su amor no rechaza el testimonio de la buena conciencia, ni en el alma queda cosa que se haya hecho por ofensa, pensando en sí misma, confesando con sencillez de corazón, y no se preocupe de más, deje tranquilo el pensamiento y sólo piense en la sobrenatural misericordia de Dios, que recibe y recibirá contínuamente.

Si las batallas y molestias del diablo volviesen, se les echa a la espalada como aflicción, póngase ante El con humildad y autoconocimiento, con la verdad y perfecta esperanza; es muy grato a Dios que se ponga bajo su amparo para pasar por el camino de la cruz, mejor que de otro modo. Y recibirá de manera más abundante los frutos de la sangre. Este es el remedio, queridísimo hermano, que os da la Verdad eterna contra vuestra enfermedad.

Ya hemos visto, qué es lo que nos hace la luz, y hemos visto cuánto hace la fe, como combate a la soberbia y elimina la presunción; y hemos visto el fruto que da la fe, esto es: la esperanza.

Ruego que os volváis a mí, por el amor de Jesucristo, que nosotros podemos pasar con tal gloriosa luz este mar impetuoso, con verdadera esperanza y conocimiento de sí mismo; echando por tierra nuestra voluntad y placer, por justa humildad: buscando revestirnos de verdaderas y reales virtudes en la doctrina de Jesús crucificado. Estoy segura que teniendo en vosotros la luz de la fe, haréis todo esto y aún más. Os digo que desearía ver en vosotros esta dulce luz y ruego para que os preocupéis de tenerla en vosotros. Pensad que Dios está más dispuesto a perdonar, que vosotros lo estáis en no pecar. Esperad y sed fieles a la sangre, a la Santa Iglesia y al sumo pontífice Urbano Vl. Jesús es amor.