Lectio divina


Lectio divina

Lectio

Seguir a Jesús

Si aceptamos seguir a Jesús estamos obligados a contestar cada día al mundo en el que vivimos, no porque este mundo sea malo, al contrario, es el sitio de la presencia de Dios y el ambiente en el que se realiza la salvación; pero es también el lugar de la presencia de Satanás, el príncipe de este mundo.

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El mundo al que debemos contestar es éste nuestro, en el que reínan los déspotas: patrones como el dinero, la ley de la selva y la impureza. Este mundo nuestro donde los pequeños y los débiles son oprimidos, donde la carrera por ganar pudre los corazones. Pero prestemos atención. Nuestra respuesta al mundo será sincera y verdadera si nos comprometemos nosotros personalmente cada día, pues a veces nos aliamos con el pecado con profunda solidaridad. Como dijo cruelmente Claudel: "Tu aliento malvado apesta el universo".

En medio de esta generación, debemos aparecer como el pobre de Dios que vive en plenitud el espíritu de las Bienaventuranzas: es el único camino que conduce a la santidad. Bajo la luz de deste espíritu se podrá juzgar la excelencia de nuestra vida cristiana e incluso nuestra influencia apostólica. Estaremos preparados para evangelizar en la medida en que la lua de las Bienaventuranzas ilumine nuestro rostro.

Para vivir actuaremos de modo contrario a la mentalidad del ambiente, aceptando la humildad, la pobreza y la pureza, con la frecuente lectura de los libros y de las cartas apostólicas y así comprenderemos que Dios no ha elegido a los sabios según la carne ni a los poderosos sino a todo lo que es débil según el mundo para confundir a los fuertes. Es por medio de la debilidad que Dios demuestra su fuerza: "El verdadero cristiano vive en un mundo cuenta atrás".

Llevar nuestra cruz quiere decir entrar en esta sabiduría misteriosa que le es incomprensible a los poderosos y a las personas importantes. Es la actitud adoptada por Jesús, el pobre de Yavé por excelencia, pues Dios está sólo en quien posea el espíritu que lo pueda habitar. Jesús, que lo ha vivido el primero en plenitud, es el único que puede vivirlo y realizarlo en nosotros.

Las Bienaventuranzas intentan formar en nosotros un corazón abierto y disponible, olvidándose de sí y capaz de darse. La pobreza es un fruto que nace del árbol del amor. Comencemos por amar a nuestros hermanos hasta sentirlos nuestros iguales y este amor nos llevará muy lejos. Igual que Jesús, que se despojó de sus riquezas para enriquecernos con su vida, seamos tambien nosotros pobres y humildes, busquemos dar a nuestros hermanos, no sólo el don de nuestros bienes, sino sobretodo, el don de nuestra persona.

En sí misma, la riqueza no es mala, pues de por sí es indiferente y hasta útil, pero seamos prudentes: ella desarrolla en nosostros un proceso de apropiación que nos esclaviza y favorece el crecimiento erróneo de nosostros mismos. Estamos siempre bajo la amenaza de ser soberbios por lo que sepamos, conozcamos o hagamos y asi podemos permanecer encerrados en nosostros mismos, mirándonos y defendiéndonos a ultranza. El pobre, según el Evangelio, no tiene estos problemas de autodefensa, pues acepta perderlo todo por Jesús, incluido a sí mismo, y está completamente abierto, a Él, y por Él, a los demás, porque es Jesús el que nos hace recorrer la senda de donación vivida en su divina persona.

Para alcanzar este nivel permitiremos a Jesús excavar en nuestro corazón para romper uno a uno todos nuestros bienes: "Es el sentido exacto de la purificación cristiana". No conocemos exactamente el verdadero obstáculo a nuestraacción, porque poseemos riquezas y juzgamos buenas y sanas las cosas que no lo son. Entonces debemos dejarlo actuar de modo que nos empobrezca, embargándonos gratamente los bienes que nos encadenan, pero que no vemos..

JESÚS

No te dejes abatir por las fatigas realizadas por mi amor, y no pierdas el ánimo por las tribulaciones, sino que en todo momento te reanime y te consuele mi promesa.
Yo puedo compensarte de otro modo y más allá de toda medida. No penarás mucho tiempo, ni te afectarán los dolores. Espera con paciencia y verás pronto el fin de los males. Verás la hora en que cesará toda fatiga y todo contraste.
Es pequeño y de breve duración todo lo que pasa en el tiempo.

Oh, si vieses las coronas inmortales de los Santos del Cielo, y la inmensa gloria. Ya exultan los que fueron despreciados por el mundo, los que éste juzgó indignos de vivir; seguro que de inmediato te humillarás profundamente y querrás estar al servicio de todos y cada uno de los hermanos.
Ya no te gustarán los alegres días de esta vida, sino que te será muy querido estar atribulado por amor a Dios, y estimarás como gran ganancia el ser despreciado por los hombres.

Levanta pues tu mirada al cielo. Allí estaremos y, con nosostros, todos los Santos, los cuales, tras haber sostenido ásperas luchas en el mundo, ya gozan y ahora están contentos y seguros de la inmortalidad: ya descansan de las fatigas y eternamente estarán Conmigo en el Reino de mi Padre.
(Imitación a Cristo. Libro tercero).