Lectio divina


Lectio divina

Lectio

Creer una necesidad

"Dichosa tú que has creido" (Lc 1,45)

El Tratado de la verdadera devoción a Maria, de San Luis Maria de Monfort, con sus cerca de, 300 ediciones, en 30 idiomas, se encuentra entre los libros más conocidos y amados universalmente, por el catolicismo contemporáneo;ha plasmado, en la fe y en el amor a Cristo, a generaciones de cristianos, ha forjado apóstoles del reino de Cristo, entre los que se encuentra Karol Woityla, trabajador polaco de la fábrica de Solvay, famoso por haber ensuciado de sosa aquél librito a fuerza de releerlo u hojearlo.

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Bendita la que ha creído

El ilustre autor francés, resumiendo en la parte final el contenido de la obra, recuerda que la expresión de la más verdadera devoción a la Madre de Dios, consiste en "comprender las verdaderas acciones de Maria". Necesita elevar los ojos a Maria como modelo de cada virtud y perfección, plasmado expresamente por el Espíritu Santo, para que nuestras débiles fuerzas puedan imitarlo. En cada acción, puesto que, cabría preguntarse cuál ha sido o sería la actitud de María en nuestras mismas circunstancias. A tal fin, necesita estudiar y meditar sus grandes virtudes, ejercitadas en el transcurso de la vida terrena.

Entre todas estas virtudes destaca, de modo particular, la "fe viva" por la que cree, sin vacilar, en la palabra del Ángel y cree fiel y constantemente hasta los pies de la cruz del Calvario".
Maria de Nazaret es grande a los ojos de Dios y de las generaciones cristianas antes y sobre cada otra cosa por su fe (Lc 1,48).

La prima Isabel responde al saludo de Maria, venida de visita, después del anuncio del ángel, reconociendo y proclamando,por impulso del Espíritu Santo,la verdad sobre aquella humilde virgen; "Dichosa tú que has creido en el cumplimiento de las palabras del Señor" (Lc 1,45). Maria ha entrado en el misterio de Cristo porque ha creido, se ha abandonado totalmente a la voluntad de Dios, se ha fiado de Él, perdidamente; "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".(Lc 1,38). "Probablemente, son las palabras más hermosas de la Escritura. Es verdaderamente temerario pretender captar y llevar a la luz la carga de profundidad contenida en ellas.

"Soy la esclava". La esclava no tiene derchos. Los derchos de la esclava están puestos en las manos del Señor. A la sierva, no le corresponde tener iniciativas, sino aceptar las decisiones del Señor. Soy una "pobre de Dios". Soy la criatura más pobre de la tierra, y, por eso, la criatura más libre del mundo. No tengo voluntad propia. La voluntad de mi Señor es la mia y vuestra voluntad es la mia; soy la esclava de todos; ¿en qué puedo serviros?. Soy la Señora del mundo.

"Hágase en mí"; también, gramaticalmente, usa la forma pasiva. Con esta declaración la Madre se ofrece en posición libre y disponible. Y demuestra, de ese modo, una tremenda confianza, un abandono audaz y temerario en las manos del Padre, aceptando todos los riesgos, sometiéndose a todos los eventos y conjeturas que el futuro pueda acarrear.

En el fiat arriesga mucho... os palpitan una consagración universal, un donarse sin reservas ni límites, una aceptación con los brazoa alzados en alto, cualquier evento, incluso inesperado, querido o permitido por el Padre".
Respuesta generosa.
Abandono audaz.
Obediencia de la fe.

He aquí la cualidad esencial de la "bendita entre las mujeres" (Lc 1,42) de la "esclava del Señor" (Lc 1,38) enteramente sujeta a la divina voluntad, "más feliz por recibir la fe de Cristo, que de concebir a Cristo" (San Agustín).
A Dios que revela es debida "la obediencia de fe (Rm 16,26/Rm 1,5/ 2 Cor 10,5-6), por la cual el hombre se abandona a Dios por completo, libremente", como enseña el Concilio. Esta descripción de la fe, encontró una perfecta actuación en Maria. El momento "decisivo" fue la anunciación, y las mismas palabras de Isabel: "Y dichosa tú que has creido", se refieren, en primer lugar, justo a este momento.

En la anunciación, en efecto, Maria se abandona completamente a Dios, manifestando "la obediencia de la fe" de la que le hablaba, mediante su mensajero, y prestando "el pleno obsequio del intelecto y de la voluntad". Tiene respuesta, puesto que, estaban contenidas una perfecta disponiblidad a la acción del Espíritu Santo, que "perfecciona contínuamente la fe mediante sus dones".

Ese fiat de Maria - "hágase en mí" - ha decidido, del lado humano, el cumplimiento del misterio divino. En plena consonancia con las palabras del Hijo, que, según la Carta a los Hebreos, entrando en el mundo, dice al Padre: "Tú no has querido sacrificios ni ofrendas, en su lugar, mehas preparado un cuerpo... He aquí, yo vengo... para hacer, oh Dios, tu voluntad" (Heb 10,5-7)(Juan Pablo ll,enc Redemptoris Mater).

En Maria, la fe no se ha quedado en una noción, un conocimiento superficial, una adhesión de fachada; llega a ser obediencia efectiva, extrema concreción. La virgen de Nazaret se la ha jugado completamente por Dios, se ha fiado perdidamente de la divina Palabra, se ha transformado en ofrenda viva a la voluntad del Padre. Dios se lo ha pedido, literalmente, todo: mente, corazón, inteligencia, voluntad, vida;y la esclava del Señor, en la obediencia de la fe, en su disponibilidad y abandono, se ha consignado en plenitud al designio del Altísimo, lo ha dado absolutamente todo y sin posibilidad de retorno.

Aforunada Maria,la mujer del sí incondicional a Dios
Pero, también, "dichosos nosotros, porque ella ha creido" (K.Rahner). La vida, la luz, la gracia nos ha venido por su adhesión confiada a la voluntad del Padre de cada bien.
Felices nosotros si, con Maria, nos dejamos envolver en el vértice de la obediencia, de la fe, si no ponemos límites a las divinas comunicaciones y no quitamos nada a las exigencias de un amor puro, generoso, santo.

El hombre es creado por amor, justo para entrar en íntimo encuentro con Él. La relación con Dios no es cosa que se añade del exterior al ser-hombre, sino la propiedad constitutiva de su naturaleza.
Ahora, si la caracteristica esencial del hombre está en su relación con Dios, sobre el plano del ser, para realizarse plenamente, debe vivir y desarrollar tal encuentro taambién sobre el plano del existir.

Mas el referimiento a Dios, constitutivo del ser-hombre, se profundiza, vive y se enriquece, pero el hombre se encuentra plenamente a sí mismo,se realiza y es feliz. Pronunciando como Maria su sí total al designio total de Dios sobre él y conformando su voluntad a la de Dios, el hombre se realiza en plenitud como hombre: lleva a cumplimiento si, como criatura querida por Dios, rompe los límites que lo cierran en el espacio y en el tiempo, trasciende todas las barreras de su criaturalidad, si se pone en la dimensión de lo divino, de lo eterno. ¿Se puede soñar realización más grande?
"La disponibilidad de Maria está próxima y sin condiciones, porque la única actitud razonable del hombre, frente a Dios, es una adhesión total.

La grandeza de Maria está, sobre todo, en este sí. En el encuentro con el ángel, ella ha hablado bien poco; una breve pregunta y un total asentimiento. Su futuro no le estaba siendo claro; sabía lo esencial y no tenía nada más, también se le había manifestado la concepción milagrosa del Bautista, para confirmar que aquél Dios, que puede todo,había actuado en ella estupendamente.
Maria habia comprendido que el Señor la quería madre y no entendía el modo: permaneciendo virgen. Sabía cuidar dentro de sí, desde aquél momento, el tesoro de Dios; este niño sería grande mientras ella era solamente la esclava del Señor, escogida (¿porqué justo ella?) para el cumplimiento de las promesas. Todo lo demás era confuso. Pero la expresión; "Nada es imposible para Dios", resonaba como una invitación a creer lo increible, con una confianza total, aunque se oscurezca". Fe y proceder fiándose de la Palabra de Dios, también sin saber ni comprender hasta el fondo, sin pretender que la razón sobrepase el misterio.
Creer significa ser, en la conciencia, que adherir a Dios, también en la oscuridad de la prueba, es fuente de vida y realización para la criatura humana.

El "sí" que ha abierto la via a la "encarnación del Verbo y ha vertido sobre la humanidad el torrente de las gracias y bendiciones del cielo (Jn 1,16-17) es un "sí" cargado de vitalidad, un consignarse totalmente a la voluntad de Dios; es la expresión de una disponibilidad absoluta, a la que Maria sería siempre fiel, avanzando en la oscuridad... hasta el pie de la cruz.
En esta luz, la fe de la Virgen puede ser comparada a la de Abraham, llamado por el apóstol Pablo "nuestro padre en la fe" (Rm 4,12).

En la economía de la revelación divina, la fe de Abraham señala el inicio de la Antigua Alianza; la fe de Maria en la anunciación constituye el inicio de la Nueva Alianza.
Y como Abraham "Había creido contra toda esperanza" que llegaría a ser padre dde muchos pueblos (Rm 4,18), así también Maria, en el momento de la anunciación, después de haber indicado su condición de virgen, creía que, por la potencia del Altísimo, será la Madre del Hijo de Dios, inagurando los tiempos nuevos (Lc 1,34-35).
"La anunciación representa el momento culmen de la fe de Maria en espera de Cristo, pero es también el punto de partida, desde el que se inicia todo su "itinerario hacia Dios", todo su camino de fe.

Y, sobre esta via, de modo eminente y verdaderamente épico - al contrario, con un siempre heroismo y fe - obedecerá ella profesando las palabras de la divina revelación. Y esta "obediencia de fe" por parte de Maria, durante todo su camino, tendrá sorprendentes analogías con la fe de Abraham.
Creer quiere decir "abandonarse" a la misma verdad de la palabra del Dios vivo, sabiendo y reconociendo humildemente "lo inescrutable de sus juicios y caminos" (Rm 11,33). Maria, que por la eterna voluntad del Altísimo se ha encontrado, se puede decir, en el mismo centro de aquellos "caminos inaccesibles" y de aquellos "juicios inescrutables" de Dios, se conforma en la penumbra de la fe, aceptando plenamente y con in corazón abierto, todo aquello que está dispuesto en el designio divino". (Juan Pablo ll.Redemptoris Mater).

También el cristiano,como a Maria, la obediencia de la fe, puede costar el precio de la íntima laceración, de la expoliación personal, de la prueba. "Y también a tí, una espada atravesará tu alma"(Lc ",35).
"La Virgen Maria en el "camino de la fe", está junta hasta la "noche de la fe" participando en el sufrimiento de su Hijo y a la noche de su tumba" (Catecismo de la Iglesia Católica). Al verdadero discípulo de Cristo no se le ahorra combatir la gran "batalla de la fe" (1Tm 6,12), en el doble sentido de la prueba a causa de la fe o en la fe misma.
La tentación a causa de la fe, está constituida por la persecución, que puede culminar en el martirio. Se trata de la condición normal del cristiano, no necesita esconderlo;sino que conviene prepararse conscientemente.
"Todos aquellos que quieren vivir plenamente, en Cristo Jesús, serán perseguidos"(2 Tm 3,12).

Jesús había recordado a sus íntimos: "Guardaos de los hombres, porque os arrastrarán a sus tribunales, os azotarán en sus sinagogas; y seréis conducidos ante los gobernantes y reyes por mi causa... Y seréis odiados portodos a causa de mi nombre" (Mt 10,17-18.22). A lapalabras evangélicas hacen eco igualmente francas en la imitación de Cristo: "Disponte, por lo tanto, a ser valeroso y fiel siervo de Cristo, allevar virilmente la cruz de tu Seño, crucificado por tu amor. Prepárate a soportar muchas adversidades e inconvenientes, en esta mísera vida. Así será, en efecto, para tí, dondequiera que estés, esto, encontrarás en todas partes donde te escondas. Y es una necesidad que las cosas sean así. No hay remedio ni escapatoria de la tribulación, del mal o del dolor, fuera de esto, que tú lo soportas. Si quieres ser amigo del Señor y ser su compañero, bebe ávidamente su cáliz.

Y ojalá fueses digno de sufrir algo por el nombre de Jesús. Qué gran gloria tendrías; qué exultantes estarían los santos; y cuánta edificación recibirían todos.
Saber sufrir es cosa que todos exaltan con palabras; son pocos, sin embargo, los que quieren sufrir de verdad. Tengo el deber de conducir a una vida que muere, que progresa en la vida de Dios cuánto más muere a sí misma. Nadie puede comprender las cosas del cielo sino se adapta a soportar la adversidad por Cristo.
Nada agrada más a Dios, nada es más útil para tí, en este mundo, que sufrir por Cristo"

No nos son desconocidos solamente persecuciones violentas y martirios cruentos. El cristiano, en efecto, a causa de la fe que profesa, en el mundo de hoy, duramente adverso a cristo, a la Iglesia y al espíritu del Evangelio, puede encontrar, con frecuencia, una oposición sorda y soterrada, sutil y traspasada, no menos dolorosa y humillante que la persecución abierta y violenta. Qué oportuno la alerta de la Sirácida: "Hijo,s i te presentas para servir al Señor, preparate para la tentación. Ten un corazón recto ysé constante, no te pierdas en el tiempo de la seducción. Quédate junto a Él y no te apartes.
Acepta cuánto te reprenda, sé paciente en las vicisitudes dolorosas, porque en el fuego se prueba el oro, y los hombres en el dolor. Confia em él y Él te ayudará.(Sir 2,1-6).

Pero se puede ser probado en la misma fe. Muchas veces, en efecto, el creyente, también fervoroso, está asaltado por las dudas insistentes y tormentosas acerca de las verdades fundamentales de la fe, tiene la terrible sensación de que, en el terreno de la fe, le venga a faltar bajo los pies;siente que la certeza de la fe, por él experimentada otras veces, en una fuerte experiencia, se desmenuza;todo parece disolverse; punzadas tenebrosas envuelven el alma..

A la duda intelectual, se une un estado de apatía y aridez espiritual, que hace dificil la oración y la dolorosa sensación de que hablar con Dios es como hablar con la pared, porque de la otra parte, nadie responde; "Dios mio, Dios mio ¿Porqué me has abandonado?. Tú estás lejos de mi salvación": son las palabras de mi lamento.

Dios mio, te invoco de dia y no respondes, grito de noche y no encuentro descanso"(Sal 21,2-3).
No es el momento de interrogarse.
No es el momento de razonar.
Es el momento de transformormarse Como Maria en un "sí" que sea holocausto agradable a Dios por la salvación del mundo.

El sí humilde, confiado y demacrado de Maria, la ha introducido en el espacio infinito y eterno de la Trinidad, alrededor fdel fuego de la divinidad. Y así ha sido fecunda,en un crecimiento maravilloso,escondido por la aceptación siempre más profunda, en el plano divino; con la encarnación viene la Madre de Dios (Lc 1,35) a la sombra de la cruz sobre el Gólgota, su maternidad se ha extendido, en el orden de la gracia, a cada hombre redimido por su Hijo (Jn 19,26).

"Oh mujer de la fe, nos abrazamos a tí.Acógenos en tu corazón. No sabemos qué balbucear como niños recién nacidos.
No sabemos hablar a Dios. Nos volvemos a tí. Ven a nosotros.
Tu "sí" incondicional al Amor, sea el nuestro, para siempre, oh Madre".