La Pasión de Jesús


María Valtorta

Valtorta

Jesús muere en la cruz

La luz, antes viva, mucho más de lo normal, se va haciendo verdosa. Y los rostros toman extravagantes aspectos. Los soldados, bajo sus yelmos y en sus corazas antes relucientes, ahora han llegado a empañarse en la luz verdosa y bajo el cielo de ceniza, muestran los duros perfiles.

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Según las revelaciones de María Valtorta

Los judios, para la mayoria morenos de piel, cabello y barba, parecen anegados tanto que su rostro se hace térreo. Las mujeres parecen estatuas de nieve azuladas por la palidez esangüe que la luz acentúa.

Jesús parece ponerse lívido siniestramente como por inicio de descomposición, casi como si estuviese ya muerto. La cabeza se le comienza a inclinar sobre el pecho. Las fuerzas faltan rápidamente. Tiembla a pesar de la fiebre que le quema. Y en su debilidad murmura el nombre que antes ha dicho sólo desde el fondo del corazón: "Mamá, Mamá". Lo murmura despacio, como en un suspiro, casi ya en un leve delirio que le impide detener cuanto la voluntad quisiera retener. Y María tiene el acto irrefrenable de extender los brazos como para socorrerlo.

Y la gente cruel se ríe de estos espasmos de quien muere y de quien sufre... los sacerdotes y los escribas, Y puesto que los soldados quisieran rechazarlo, reaccionan diciendo: "Nosotros, que debemos certificar que se ha hecho justicia hasta el final. Y desde lejos, en esta luz extraña, no podemos ver".

... muchos comienzan a impresionarse por la luz que está rodeando al mundo, y alguno tiene miedo. También los soldados señalan al cielo: a una especie de cono que parece pizarra muy sombría, u que se levanta como un pino por detrás de una cumbre. Parece una trompa marina. Se levanta y parece que genera nubes cada vez más negras, como si fuese un volcán vomitando humo y lava.

En esta luz crepuscular y pavorosa es donde Jesús da María a Juan y a Juan, María. Curva la cabeza, puesto que la Madre está bajo la cruz para verlo mejor, y dice: "Mujer: ahí está tu hijo: ahí está tu Madre".

María tiene el rostro aun más descompuesto tras esta palabra que es el testamento de su Jesús, que no tiene que dar nada a la Madre, sino un hombre, Él, que por amor al hombre la priva del Hombre-Dios nacido de Ella. Pero busca la pobre Madre, no llorar sino quedamente, porque no puede,no puede llorar...
Las gotas del llanto gimen a pesar de todo esfuerzo por retenerLe, aunque la boca tiene su atormentada sonrisa, pegada en los labios para Él: para consolarLo...

Los sufrimientos son cada vez más fuertes. El cuerpo tiene los primeros enarcamientos propios de la tetania y cada clamor de la gente le exaspera. La muerte de las fibras y de los nervios se extiende desde las extremidades torturadas al tronco, haciendo cada vez más difícil el movimiento respiratorio...El rostro de Cristo pasa alternativamente por rubores de rojeces intensísimas, por las palideces verdosas de moribundo por desangramiento. La boca se mueve con mayor cansancio porque los nervios están hiperfatigados, los del cuello y los de la cabeza, por haber elevado decenas de veces todo el cuerpo, apoyándose en la madera transversal de la cruz, propagan el calambre hasta las mandíbulas. La garganta hinchada por las carótidas atascadas, debe doler y extender su edema a la lengua que parece inflamada y lenta en los movimientos. La espalda, también en los momentos que las contracciones tetanizantes, no la curvan en arco completo por la nuca, hasta los apoyados como puntos extremos al tronco de la cruz, se arqua cada vez más hacia adelante, porque los miembros se hacen cada vez más pesados por el peso de las carnes muertas.

La gente vé poco y mal estas cosas, porque la luz está ya de un ceniza lóbrego, y sólo quien está a los pies de la cruz, puede ver bien.

Jesús se afloja, en cierto momento, todo hacia adelante y hacia abajo, como muerta ya, no jadea, la cabeza pende inerte hacia adelante, el cuerpo en su totalidad: está totalmente despegado haciendo ángulo con los brazos en la cruz. María lanza un grito: "Ha muerto". Un grito trágico que se propaga en el aire negro. Y Jesús parece realmente muerto...

"No es posible" - gritan los sacerdotes y los judios - "Está fingiendo para conseguir escaparse. Soldado: clávale la lanza. Es la mejor medicina para devolverle la voz". Y puesto que los soldados no lo hacen, una carga de piedras y de terrones de tierra, vuelan hacia la cruz, golpeando al Mártir y recayendo en las corazas romanas... seguro que alguna piedra ha golpeado el leño, quizás en la herida de la mano, o en la misma cabeza porque se dirigían a la parte superior. Jesús gime piadoso. El tórax vuelve a respirar con esfuerzo y la cabeza se mueve hacia la derecha buscando un lugar donde posarse para sufrir menos, sin encontrar sino mayor pena.

Con gran esfuerzo apoyándose una vez más en los pies torturados, encontrando fuerzas en su voluntad: únicamente en ella. Jesús se irriga en la cruz, se pone recto como si estuviese sano con sus fuerzas completas, levanta el rostro mirando con ojos bien abiertos el mundo a sus pies, la ciudad lejana, que apenas se vislumbra como una blancura incierta en la niebla, y en el cielo negro por el cual todo azul y todo recuerdo de luz han desaparecido. Y a este cielo cerrado, compacto, bajo, similar a una enorme placa de pizarra oscura, Él grita en alta voz: "Eloi, Eloi, lamma sabactani" (Yo oigo decir esto).

... Un soldado va a un jarro donde han puesto el vinagre con hiel, para que con su amargor aumente la salivación de los reos. Coge la esponja inmersa en en líquido, la ensarta en una caña fina aunque rífida, que está preparada allí cerca, y ofrece la esponja al Moribundo. Jesús se tiende ávido hacia la esponja que viene. Parece un bebé hambriento que busca el pezón materno.

...Jesús que ha chupado ávidamente la áspera y amarga bebida, tuerce la cabeza por el disgusto de la bebida. Debe, sobretodo, ser como corrosivo en los labios heridos y quebrados. Se retrae, se abate, se abandona.

Todo el peso del cuerpo se desploma en los pies y hacia adelante. Son las extremidades heridas las que sufren la pena atroz de deformarse bajo el peso de un cuerpo que se abandona. Ni un movimiento para aliviar este dolor. Por la pelvis, está despegado en su totalidad del leño, y así queda.

Es un tormento... Y Juan llora libremente. Jesús debe oír aquel llanto. Pero no dice nada. Pienso que la muerte inminente lo haga hablar como en delirio y ni siquiera sepa lo que dice y, desgraciadamente, ni siquiera comprenda el alivio materno ni el amor del Predilecto.

Luego, aquí está el último espasmo de Jesús. Una convulsión atroz, que parece quiera arrancar el cuerpo fijo, con los tres clavos, por el madero, sale por tres veces de los pies a la cabeza, fluye por todos los pobres nervios torturados: levanta tres veces el abdomen torturado de una manera anormal, luego lo deja tras haberlo dilatado como por transtorno de las vísceras, y ello recae y se hunde como vaciado; levanta, hincha y contrae tan fuerte el tórax que la piel se hunde apareciendo bajo la epidermis y reabriendo las heridas de los latigazos: hace volcar violentamente hacia atrás, una, dos, tres veces la cabeza, quepercute contra el leño duramente; contrae en un espasmo todos los músculos del rostro, acentuando la desviación de la boca hacia la derecha, hace abrir y dilatar los párpados bajo los que se vé girar el globo ocular y aparecer la esclerótica. El cuerpo se tiende todo; en la última de las tres contracciones es un arco vibrante, tremendo para la vista, y luego un grito potente, impensable en aquel cuerpo agotado, se desprende, lacera el aire, el "gran grito" del que hablan los Evangelios y que es la primera sílaba de la palabra "Mamá"... Y nada más.

La cabeza cae sobre el pecho, el cuerpo hacia adelante, el temblor cesa, cesa la respiración. Ha expirado.

La Tierra responde al grito del Asesinado con un estruendo pavoroso. Parece que de miles de caracolas gigantes sale un único sonido y en este tremendo acuerdo he aquí las notas las notas aisladas, lacerantes de los rayos que rayan el cielo en todos los sentidos, cayendo en la ciudad, en el Templo, en la gente... Creo que hayan sido electrocutados porque la gente es golpeada directamente. Los rayos son la única luz intermitente que permite ver.

Y después, de repente, y mientras duran todavía las descargas de los rayos, la tierra se sacude en un torbellino de viento ciclónico. El terremoto y el aeromoto se funden para darun apocalíptico castigo a los blasfemadores. La cima del Gólgota ondea y baila como un plato en manos de un loco, en las sacudidas sobresaltadas y ondulatorias que sacuden de tal modo las tres cruces que parece las van a volcar.

...Los ladrones gritan de terror, la gente grita todavía más y quisiera escapar, pero no puede. Caenn las personas, unas sobre otras, se pisan, se precipitan en los baches del suelo, se hieren rodando hacia abajo por la cuesta, enloquedicos.

Extraido de "Il poema dell`Uomo-Dio" de Maria Valtorta. Volumen noveno. Centro Editoriale Valtortiano..

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