Devoción a Jesús

Segundo Viernes

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Primera meditación

Pensamos que es bueno, y agradable a Jesús, si este encuentro con Él, lo viviemos inmersos en la "Gran Promesa" hecha a Santa Margarita María de Alacoque; y que será mejor entendida, cumplido sus requerimientos y más copiosos y permanentes sus frutos.
En la carta a su Madre, Margarita le hece saber un día, primer viernes, durante la Sagrada Comunión, Él me dirigió estas palabras: "Yo te prometo, en la excelsa misericordia de mi Corazón, que los que reciban la Comunión durante nueve viernes consecutivos, el Omnipotente amor de mi Corazón Le concederá el don de la penitencia final: no morirán en mi desgracia, ní, sin recibir sus sacramentos. En esos últimos momentos mi Corazón será para ellos asilo seguro". Este es el texto..

Sumerjámonos ahora en el silencio de estos dos siglos: ¿Porqué tal silencio?. La práctica de la comunión reparadora, en los primeros viernes de mes, surge de los orígenes del Movimiento de Paray le Monial sobre el culto del Corazón del Redentor de la que se hizo, de inmediato, gran propaganda: promovida por verdaderos y profundos escritos.
Sin embargo, de la "Gran Promesa" hecha a Santa Margarita en 1688 y comunicada por ella a su superiora, no se habló hasta 1867, año en que por primera vez se publicó el texto por el mismo Monasterio de la Visitación de Paray le Monial y hacia 1870, publicado aparte y largamente difundido.
La razón de tan largo silencio, durante casi dos siglos, es que la divulgación de la "Gran Promesa" desencadenó fuerte oposición de los adversarios: se temió ser motivo de falsa interpretación e ilusionar erróneamente con la idea de la salvación eterna. Pensamos que la razón verdadera pueda ser la dificultad humana en creer en la inmensa generosidad de Jesús
El texto original de Sta. Margarita ha estado perdido quizás por la Revolución Francesa; pero se han hallado copias que reproducen literal y exactamente, el texto original.

La "Gran Promesa" fue incluida por Benedicto XV en la bula de canonización de Santa Margarita María, donde leemos El Señor Jesús se ha dignado volverse a su fiel esposa con estas palabras: "Yo te prometo". Y aporta el texto de la promesa en latín. Entre el texto en latín, citado, y el original francés de la Santa, hay una diferencia gramática que creemos conveniente dar a conocer. El texto latín dice: "Los que hayan prescrito nueva comuniones.. no morirán sin recibir LOS sacramentos. El francés dice que No morirán sin recibir SUS sacramentos. Es un modo de expresar, en aquellos tiempos, que RECIBIRÁN LOS SACRAMENTOS DE QUE TENGAN NECESIDAD: diferencia gramatical que en la aplicación práctica tiene su importancia.

Sepamos ahora porqué se llama "Gan Promesa".
Es llamada así, porque en los términos expresados en la revelación hecha a Santa Margarita María, es más que singular, excepcional, y que justifica el apelativo de "Grande" dado a esta promesa en comparación con las otras once; pues todas provienen del Corazón de Jesús. Y Jesús en ella, nos habla de la "Excelsa Misericordia", del "Amor infinito", del "Omnipotente Amor" de su Corazón: frases que no debemos olvidar cuando se quiere examinar el contenido de la promesa.

La Comunión.
El acto principal requerido para la Promesa es la Comunión, que no debe ser mera recepción del Sacramento, sino un acceso a ella con rectirud de intención, las mejores disposiciones de ánimo posible, con la gracia del Señor. El contexto de las revelaciones hechas a Santa Margarita María lleva a creer, si bien no se dice expresamente, que las Comuniones deben ser hechas como acto de culto hacia el Corazón de Jesús, con el mismo espíritu con el que se celebra la solemnidad del Corazón Santísimo de Jesús.

Las condiciones requeridas.
Las condiciones expresamente requeridas para que se realice la promesa de Jesús son estás: nueve comuniones, en nueve viernes. Viernes primeros de mes, pero nueve consecutivos. Está claro puesto que hoy, según las directrices de la Liturgia de la Iglesia, la Comunión se hará durante la Misa, en cuanto que sea posible.

El esfuerzo del fiel.
Para que se puedan cumplir exactamente las condiciones indicadas, se necesita estar dotada de buena voluntad y de espíritu de sacrificio. En efecto, porque la Comunión no está prescrita para un Domingo o día festivo, cuando se va a Misa para cumplir con el precepto y es fácil acercarse a la Comunión; está prescrita para un día determinado y esto no se elige, porque ya está establecido: un viernes. Un día laborable en el cual es costumbre estar ocupado en el trabajo de la fábrica, oficina, escuela... Y no un viernes cualquiera, sino primero de mes y ésto durante nueve meses consecutivos sin interrupciones. Estas prescripciones se hacen difíciles de cumplir por completo, aunque es muy ventajoso hacerlo en orden a la recepción del Sacramento. En efecto, el primer viernes no cae siempre en el mismo día del mes, por el cual podríamos acostumbrarnos a él, sino que cae en dias distintos: por eso, estaremos atentos para recordarlo. Haciéndolo así, dispondremos nuestro ánimo para recibir la Comunión y preparándonos con la Confesión.

En aquél día, haremos el sacrificio de levantarnos temprano para asistir a Misa y recibir la Comunión, postponiendo otras tareas de la vida diaria que desvirtúen nuestro ánimo para no recibir correctamente el Sacramento, sacando el mayor fruto y provecho de Él.
La gracia, como enseña el Concilio de Trento, se nos concede "Según la medida que el Espíritu Santo otorga a los particulares y según la disposición y cooperación de cada uno". Por eso, el número "nueve" se repite con frecuencia en la Gran Promesa - nueve viernes, nueve primeros viernes, nueve meses consecutivos - no son mero juego sino que obliga a la voluntad y al corazón durante largo tiempo, y nos predispone a estar más preparados para acoger la gracia de Dios, la cual se nos da según palabras del Concilio de Trento: "Según la disposición y cooperación de cada uno".

Segunda meditación

Revigorizar la confianza en la gran promesa.

La "Gran Promesa" se escucha hoy con bastante excepticismo, en cuanto que se estima que la vida cristiana es convalidada por las obras en favor del prójimo, y no se vé como salvación eterna - premio de vida eterna - que pueda estar conectado a un acto sacramental tan excelso como la comunión.
Pensamos que este excepticismo pueda venir, al menos en parte, del hecho de que la "Gran Promesa" está considerada en el contexto integral del Corazón del Redentor, y no se presta atención al carácter especial de la "Gran Promesa", que es la del Corazón de Jesús - Excelsa misericordia, amor infinito, Omnipotente amor del Corazón de Jesús - y por tanto la "Gran Promesa" no se la puede considerar como algo en sí mismo, sin ninguna conexión con el culto al Corazón de Jesús; culto que es "La profesión práctica de todo el cristianismo". Y en el cristianismo es práctica de Amor de Dios y hacia el prójimo, lo es, por su especial característica, el culto del Redentor.

Entonces, debemos confiar en los que con rectitud hayan cumplido las circunstancias o condiciones requeridas para las Comuniones de los "Primeros viernes" puesto que Jesús se refiere al testimonio dignísimo de fe de Santa Margarita María, se empeña en la "Excelsa misericordia", "Amor infinito", y en el "Omnipotente amor" de su Corazón divino para dar las gracias necesarias y así puedan vivir la auténtica vida cristiana y se pueda realizar en ella el plano de la salvación establecido por Dios, hasta no poner obstáculo al último y grandioso gesto de la misericordia de su Corazón; que es el don gratuito de la perseverancia final.

Como afirma San Pablo, es Dios Quién suscita en nosotros el querer y el hacer, según sus benévolos designios. O mejor dicho: es la acción divina la que produce en nosotros la voluntad de hacer el bien, la acción buena en sí misma, y esto según su gratuita benevolencia, sin perjuicio de la libre y responsable cooperación de nuestra voluntad.
Esto podría realizarse también por personas que habiendo hecho con rectitud de intención los "Primeros viernes" pero después, sumergidos en la vorágine de la vida, han acabado en el túnel "espacioso de la perdición".
La llamada al amor infinito y omnipotente del Corazón de Jesús es posible también en nuestra última hora y nadie se atreverá a criticar este gesto misericordioso de Jesús: "¿No puedo hacer con lo mio lo que quiera?" nos repetirá Jesús.

Tercera meditación

Volvamos a las promesas del Corazón de Jesús: cojamos la novena.

"Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada". Santa Margarita escribe: "Este divino Corazón promete... Él que es fuente de toda bendición... infundir abundantemente, bendiciones en todo lugar donde la imagen de este Sagrado Corazón sea honrada".
De esta promesa, la Santa habla en otras dos cartas a las dos Madres del Instituto. Es notable el hecho de que Margarita, por la que la devoción al Corazón de Jesús ha sido respondida en el amor y en la dedicación total, sin reservas al servicio de Dios y del prójimo, conceda importancia, en el nombre de Jesús mismo, también a las prácticas externas, como ésta de la exposición y veneración de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en los distintos lugares: casas, oficinas...Aclaremos una cosa: nosotros ponemos una imagen del Corazón de Jesús como cualquier otra, como estímulo para nuestra mente y ayuda en nuestra vida cristiana.

A su vez, nos enseña el Concilio Vaticano ll "Según su tradición la Iglesia venera a los Santos y tiene por honor a sus reliquias auténticas y su imágenes, aunque se puedan cometer abusos - qun pueden cometerse - no se puede dudar de la legitimidad ni de la oportunidad de tal culto". Si el culto es un acto interno, no se puede reducir exclusivamente a eso. Es natural que la experiencia interior se pueda manifestar también exteriormente; pues nosotros somos cuerpo y alma y el íntimo encuentro entre ambas es válido también para acontecimientos religiosos. Quién pretenda reducir la religión a pura interioridad, no conoce la naturaleza del hombre y se contradice entre lo que hace y de lo que de él se espera, en el ámbito de los sentimientos privados, por ejemplo: ningún novio quiere el amor sin signos de amor. Y no sólo en el mundo privado o político, sino también pública y socialmente, la religión necesita manifestarse.
Es legítimo el culto privado tanto como el público. La filosofía define al hombre como ser social, y cómo los hombres se reúnen en sociedad para expresar en manifestación externa y social las propias convicciones políticas, económicas, culturales; y no se vé el porqué no deben o pueden hacer lo mismo con las convicciones religiosas. Afirma el Cocilio Vaticano ll "La misma naturaleza social del ser humano exige que se exprese externamente los actos internos de religión, comunique con los demás en materia de religión, profese la religión propia de modo comunitario".

Pongamos nuestra atención sobre una figura religiosa Charles de Foucald. Este siervo de Dios ha puesto su vida espiritual y su misma fundación - llamada "pequeños hermanos del Corazón de Jesús"- bajo la protección del Sagrado Corazón de Jesús, cuyo símbolo era muy familiar, ya que jamás escribió un renglón, ni llenado una página de agenda sin comenzar con el Corazón y la Cruz, junto a las palabras "Jesús-Caridad". Este es el signo que expresa el motor de su alma. Si después leemos las reglas que Él escribió, recorremos las Constituciones y el reglamento de la Congregación, encontramos que la devoción al Sagrado Corazón es expresada con particular devoción, y aun más; Jesús es conocido y amado en su Sagrado Corazón y es Él el que inspira y lo anima todo. Toda su piedad por Jesús, todos los movimientos de su alma son para la Eucaristia y la persona de Jesús; fruto de su devoción al Sagrado Corazón. El crecimiento de amor experimentado por su alma, ha tenido su fuente en la adoración diaria de la Eucaristía.

Cuarta meditación

Estas dos palabras "Expuesto y honrado" comprenden toda la humanidad de Jesús, es la necesidad o sentimiento de no dejar sola a ninguna persona, sino permanecer a su lado para compartir su jornada y su cansancio.
"Sé lo difícil que resulta y lo duro que es recorrer el camino que sube al Cielo; pues yo lo ha trazado con mi Sangre y lo he terminado en la Cruz. Desde allá arriba se sube al Cielo. Conozco la naturaleza humana u su rechazo al mismo. En ese momento no dejaré solos a mis amigos, pues mi sangre me lo impide".
Son palabras por las que entendemos que Jesús no se desdice, porque no puede negar su mirada a los que caminamos en la tierra. El designio del Padre celestial es "llevar a los hombres a la salvación", pues Su misión y para eso estará aquí hasta el fin del mundo.
Nuestro tiempo es el tiempo de Jesús: nada ha cambiado. La humanidad continúa viviendo en desorden moral y social; acarreando con ello sufrimiento, errores, pecados y muerte. Pero Jesús nos mira; sus ojos están pendientes de cada uno de nosotros con la esperanza de que su atención sea entendida y así Él pueda revelarse y tomarnos tal y como somos: con infinita paciencia nos ayudará a crecer progresivamente.
Jesús nos pide sólo una pequeña apertura: "Háblame de tus cosas; permíteme que te acompañe en tu día para compartir contigo cuánto la jornada te presenta. Yo rogaré contigo, lucharé a tu lado, sufriré tu dolor, compartiremos juegos, trabajaremos juntos; tus horas ya no serán la de una débil criatura porque también serán las mias, las de tu Dios: una jornada de grandes gracias porque también es la mía". "Bendeciré los lugares dónde mi imagen sea expuesta y honrada".

Quinta meditación

Si resumiésemos en una única frase el mensaje de la Biblia, concretamente el del Nuevo Testamento, la oración sería: "Dios nos ama y nos quiere consigo".
Si Dios no nos hubiese mostrado su amor al hombre, quizás jamás hubiésemos intuido siquiera que Dios nos ama: nunca imaginaríamos que Dios nos quisiera tanto. Nuestra primera percepción de Dios, Creador del universo, es la de su grandeza.
Como consecuencia, el primer sentimiento que experimentamos hacia Dios es el del temor. Dios, Creador del universo, se aparece al hombre como Ser infinito y lejano, incapaz de amar a su criatura.
El hombre ha necesitado propiciar e este Dios majestuoso, con ofrendas y sacrificios que le aplaquen. Aparte de la grandeza, el hombre ha descubierto en Dios otras cualidades que ha personificado en otras divinidades; pero jamás ha imaginado a Dios agachado hacia él, como una madre se inclina hacia su hijo.
Parece que Dios se ha reservado para sí esta gran verdad: que Él ama al ama al hombre. Esta revelación del amor de Dios comienza en el Nuevo Testamento.

Podemos afirmar que el principal cumplimiento de la revelación veterotestamentaria ha sido hacer comprender al hombre el amor de Dios: amor desvelado concreta y vibrantemente más que con hechos, con una doctrina.
Los libros históricos del Antiguo Testamento destapan el amor de Dios por Israel a través del recuerdo de hechos admirables de Dios a favor de su pueblo: la elección de Abraham y Moisés, la liberación desde Egipto, la conquista de la tierra prometida, la vuelta desde el exilio desde Babilonia, la historia de David, la dedicación del templo bajo el reinado de Salomón... son signos de su presencia entre el pueblo. Las obras de Dios son señal de su potencia y de su amor.
El Dios de los libros históricos es un Dios que se acuerda de su pueblo, pues lo salva en el momento oportuno y obra en su favor grandes prodigios.
Los libros proféticos del Antiguo Testamento muestran el amor de Dios no con recuerdos de hechos pasados, sino con el anuncio de las cosas venideras: la noticia del perdón otorgado y la de una salvación que llegará. Israel, elegido por Dios, no fue fiel al romper la alianza entre las naciones, adoró a los ídolos y traicionó el mandamiento del amor de Dios y al prójimo: es un pueblo acabado. Contra Sión estalla la cólera divina; pero el Señor sigue siendo Dios...no un hombre. Él no le retira su amor: le ama con obstinación.

Dios ama a Israel con un amor vibrante, concreto,personal y celoso; con un amor total que exige una respuesta también total. Pero aunque esta respuesta no llegue, Dios lo continuará amando y la obstinación continuará hasta superar la traicon de Sión.
La revelación del amor de Dios al hombre continúa en el Nuevo Testamento avalada por los eventos con los que Dios irrumpe en la historia humana para empujar al hombre a una nueva alianza; aunque en estas dos revelaciones existen profundas diferencias.
La del Antiguo Testamento es progresiva y se complemente en los distintos libros. En el Nuevo Testamento no hace sino anunciar, con matices y aspectos distintos, un único acontecimiento: la venida de Jesús- Salvador, la comunión de Jesús con la humanidad redimida, la participación de ésta en el banquete divino de la vida eterna. Este evento revela el amor de Dios.
Vimos antes la revelación del Amor en el Antiguo Testamento que llegó mediante una serie de actos obrados por Dios a favor de su pueblo o por medio de palabras dichas por Dios. Sin embargo, en el Nuevo Testamento llega con la aparición en la tierra de una persona divina: con Jesús de Nazaret, que hace presente en el mundo el amor de Dios.
  • No se anuncia una doctrina.
  • No se pregonan hechos.
  • No se evocan acontecimientos.
Se anuncia a una Persona que se hace presente en la historia humana. La Buena Nueva que es anunciada por Jesús mismo.
Con Jesús se hace presente en la tierra el amor de Dios. Dios que ama, según las Sagradas Escrituras "Dios es Misericordioso", que significa tener un corazón inclinado a aliviar las miserias humanas. Un Dios que quiere darnos lo que no tenemos, que quiere hacer de nosotros lo que no somos. Podemos decir que nuestras penas son una misteriosa calamidad que atrae el Corazón de Dios. No son nuestras cualidades las que hacen que Dios nos ame; pues nos ha amado nates de que existiésemos. Por otra parte, nuestras cualidades son pequeñas frente a las suyas y por sí mismas no pueden atraer a Dios. Sólo le empuja a marnos su misericordia; porque quiere aliviar nuestras penas. Si el Señor no tuviese un corazón inclinado hacia nosotros no nos habría creado, redimido, perdonado, elevado a la gracia ni preparado un sitio en el cielo.
Si después nos acercamos a la Sagrada Escritura, que es la palabra de Dios, entre sus páginas leemos: "El amor de Dios por el hombre es eterno": Dios nos ama desde siempre.
Andando hacia atrás en el tiempo, millones y millones de años, nos encontramos con que "Dios ya nos amaba". Ya estábamos en su corazón, en su pensamiento, en su voluntad de hacernos existir, de acompañarnos en el tiempo: de injertarnos en sus bienaventuranzas eternas.

En cuánto tal, el amor de Dios no fracasa, no conoce vicisitudes ni sufre mutaciones.
  • Es constante porque es "eterno".
  • No conoce pasado ni futuro.
  • Sólo conoce el presente.
El amor de Dios por nosotros es ininterrumpido. Nos ama "desde siempre" "para siempre". No ha existido, hay ni habrá un instante en el que el Señor no nos haya amado: jamás existió un instante en que no fuimos amados por Dios: no existe en el presente un momento en que Dios no nos ame, ni existirá en el futuro, porque Dios nos segurá amando. Dios "ama" siempre.
Lo sorprendente es que Dios no nos ama por nuestras cualidades, pues son nímias frente a las suyas, pero mueven el corazón de todo un Dios. Nuestras pequeñas cualidades son poseidas por Él en grado infinito.
A amarnos sólo le empuja su misericordia; ha querido alejarnos de nuestra miseria. Nos preguntamos: ¿porqué esta reflexión sobre el amor de Dios en las distintas etapas de la humanidad?. El motivo es Jesús, que ha prometido trabajar en favor de quién le esté cerca en el curso de la vida terrenal. Promesas que nos desvelan una necesidad fortísima, de su Corazón, por tenernos a su lado; necesidad que no le permitirá descansar hasta conquistar nuestro corazón y venirse con nosostros. Con lo que hemos hecho, no nos parece suficiente para darnos, y tener a cambio, alegría de vivir en nuestro corazón. "Los laicos encontrarán en esta amaqble devoción todas las ayudas necesarias a u estado". Su Amor necesita vivir con nosotros aquí abajo, en la voluntad de tenernos allá arriba algún día.