Oración

La Fuerza

Monastero Las antiguas tradiciones nos desvelan que el lenguaje que nos une a Dios está representado por los sentimientos y por las emociones. Si nuestras tienen el poder de condicionar la materia, podemos contribuir al cambio.

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La Fuerza de la oración

Orar con todo el corazón significa experimentar el sentimiento de que nuestro se ha cumplido, de este modo la emoción repercute en el ADN y, a través de las emociones, estaremos en condiciones de elegir una realidad que, mediante el campo espiritual se revela.

Las antiguas tradiciones nos invitan a la oración para obtener todo esto. Por eso Jesús sostenía que si teníamos fe, podíamos decir a una montaña "trasládate" y ella se trasladaría. Debemos experimentar la ooración como si nuestra plegaria fuese ya oída y al término de la oración activar el sentimiento de gratitud. Con los sentimientos de agradecimiento, se relacionan en el organismo las hormonas que refuerzan el sistema humanitario y sostienen la vida. Estos cambios químicos, que ocurren en nuesro interior, interan de manera cuántica con lo que está fuera de nosotros: la esencia que une todo lo que existe. Por tanto, cuando se reza, , es necesario pensar en cómo nos sentiríamos si nuestra petición estuviese ya realizada, y expresar gratitud por lo que hemos obtenido. El sentir es la oración y los sentimientos son el idioma. Lo que queremos obtener debe ser percibido como un hecho real.

Si la vida nos presenta experiencias de dolor, ¿cómo se hace para modificar nuestros sentimientos. Si permitimos al dolor permanecer en nosotros sin esperanza alguna, esto puede arruinar nuestra vida y nuestra salud.

La ciencia moderna nos está diciendo que lo que nos rodea es sólo un espejo de las emociones que están en nuestro interior. Esto vale para las emociones "positivas" que afirman la vida, el amor, la gratitud que producen dihidroepiandrosterona y la liberación de endorfinas, las cuales refuerzan las defensas inmunitarias, bajan la presión arterial, mejoran el metabolismo, estimulan el funcionamiento neurológico y mejoran la capacidad de memoria: las emociones "negativas" niegan la vida, generan miedo y rabia, que mediante la producción de cortisona provocan un aumento de la presión sanguínea, irregularidad del latido cardiaco y baja las defensas inmunitarias.

En síntesis, las experiencias de la vida provocan dolor, que, si no es resuelto, crean una alteración a nivel físico que puede acabar en una enfermedad, incluso pasado años. Esta práctica virtuosa nos permite sacar a la luz lo que hay en nuestro interior. Cuando hayamos entendido que verdaderamente podemos cambiar las cosas, aceptaremos el mundo como es. La oración, en efecto, no cambia los hechos pero modifica nuestra percepción de ellos y de la realidad,dándonos fuerza y salud. Debemos aprender a encontrar la belleza, también, donde los demás no la ven.

Recordemos las palabras de Jesús: "Cualquier cosa que pidáis al Padre, en mi nombre, Él os la concederá y todavía Pedid y obtendréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá" Y "No tenéis porque no pedís ".
(Sant 4:2).

En los Hechos de los Apóstoles, se cuenta una historia de victoria, la historia de la Iglesia en desarrollo. La Iglesia primitiva vencía toda resistencia, superaba todo obstáculo y sin derrotas, desde Jerusalén a Roma, bajo los ojos del paganismo atrincherado en la incredulidad más obstinada. Estas victorias eran posibles porque era una iglesia que oraba, todos los fieles oraban, no sólo ocasionalmente, sino que eran perseverantes en la plegaria.

La oración hoy tiene la misma fuerza que entonces, Dios no ha cambiado, Su oído escucha la voz de la oración auténtica y Su mano tiene la misma fuerza para salvar que en el pasado. La plegaria es la única llave que abre todos los depósitos de la gracia y la fuerza infinita de Dios. Lo que obtenemos será exactamente proporcional al tiempo y al corazón que ponemos en la oración.

El Señor es la luz, y nosotros somos como espejos, y cuando estamos en comunicación con Él, reflejamos los rayos de su gloria en el mundo. Moisés subió al monte y permaneció cuarenta dias con Dios, contemplando Su inefable gloria, que resplandece en su rostro hasta el punto de que, cuando él bajó del monte, se cubrió la cara con un velo para ocultar la gloria deslumbrante de las miradas de sus compañeros israelitas. Así también nosotros, bajando del monte de la oración, solos con Dios, recibiremos los rayos de Su gloria, y cuando estemos entre la gente del mundo, resplandeceremos por la gloria que hemos contemplado.

"Pero aquellos que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, pusieron alas como las águilas, corren sin cansarse, caminan sin pararse" (Is. 40:31). Arrodillémopnos ante Dios y elevemos a Él una plegaria constante, sincera y ferviente para liberarnos de toda pasión, para recibir ayuda en nuestras miserias. Sólo cuando nuestra alma esté puruficada, Él nos hará acober las maravillas de su grandeza.

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