Infierno


Infierno

Infierno

Agustín de Ippona

Los Novísmos - Paraíso - Purgatorio.

Padre, Doctor y Santo de la Iglesia Católica, dijo también a Médico de la Grazia.
Ha sido el máximo pensador y ciertamente también uno de los más grandes genios de la humanidad.

Sus obras más célebres son:
  • Las Confesiones.
  • La ciudad de Dios - (De Civitate Dei).
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Cualidad de las penas eternas

Infaliblemente será, y sin remedio, lo que dijo Dios por su Profeta en orden a los tormentos y penas eternas de los condenados: «que su gusano nunca morirá, y su fuego nunca se extinguirá».
(cfr Rom 11,17-24).

"¿Quién se escandaliza sin que yo no me queme y abrase?" (2 Cor. 11, 29)... porque escrito está, añade: "que así como la polilla roe el vestido, y el gusano el madero, así la tristeza consume el corazón del hombre". (Prov. 25, 20). Pudo más resumidamente decir el castigo del impío. ¿Por qué dijo pues, de la carne del impío, sino porque lo uno y lo otro, esto es, el fuego y el gusano será la pena y el tormento de la carne? O si quiso decir, castigo de la carne, puesto que ésta será la que se castigará en el hombre esto es, el haber vivido según los impulsos de la carne (y por esto también caerá en la muerte segunda, que significó el Apóstol, diciendo: "Si vivieseis según la carne, moriréis").
(Rom. 8, 13).

¿Si el fuego del infierno, siendo corpóreo, puede con su contada abrazar los espíritus malignos, esto es, a los demonios incorpóreos?

Si no ha de ser aquel fuego incorpóreo como es el dolor del alma, sino corpóreo, que ofenda con el tacto, de suerte que con él se puedan atormentar los cuerpos, ¿cómo han de padecer en él pena y tormento los espíritus malignos? El mismo niego en que están los demonios será la que se acomodará al tormento de los hombres, como lo dice Jesucristo: «Idos de mí, malditos, al fuego eterno, que está preparado al demonio y a sus ángeles.».
(Mt 25, 41).

Pudiera decir que arderán los espíritus sin tener cuerpo, como ardían los calabozos oscuros del infierno cuando aquel rico decía: "Padezco dolores y tormentos en esta llama voraz";.
(Lc. 16, 24).

Mas aquella terrible geenna que la Escritura llama igualmente "lago de fuego y azufre" (Ap. 20,10), será fuego corpóreo que atormentará los cuerpos de los hombres condenados, y los etéreos de los demonios, o los cuerpos de los hombres con sus espíritus y los demonios sus espíritus sin cuerpo; juntándose al fuego corporal para recibir el tormento - pena, y no para darles vida, porque como dice la misma Verdad, un mismo fuego ha de ser el que ha de atormentar a los unos y a los otros.
(Cfr Mt. 25, 41).

Si es razón y justicia que no sean más largos los tiempos de las penas y tormentos de lo que fueron los de los pecados.

Pero aquí algunos de éstos contra quienes defendemos la Ciudad de Dios imaginan que es una injusticia que los pecados, por enormes que sean, es decir, si se cometen por poco tiempo, nadie deba ser condenado a la pena eterna, como si hubiese habido una ley que ordenara que por el espacio de tiempo sea uno castigado, cuanto lo gastó en cometer aquella culpa por la que mereció serlo. (..) y jamás ha habido quien opine qué tan breves deben ser las penas de los delincuentes que cometieron homicidio o adulterio o sacrilegio o cualquiera otro delito, que se deben estimar, no por la extensión del tiempo, sino por la grandeza de la malicia.

Ahora bien, si los hombres vienen desterrados de esta ciudad mortal con la pena de la primera muerte, es justo desterrar a los hombres de aquella ciudad inmortal con la pena de la segunda muerte, Porque así como no preceptúan las leyes de esta ciudad que vuelva a ella ninguno que haya sido muerto, así tampoco las de aquélla que vuelva a la vida eterna ningún condenado a la muerte segunda.
Ahora bien, si los hombres son desterrados de esta ciudad mortal con la pena de la primera muerte, justo es desterrar a los hombres de aquella ciudad inmortal con la pena de la segunda muerte. Porque así como las leyes de esta ciudad no preceptúan que vuelva a ella ninguno que haya muerto, así tampoco las de aquélla que vuelva a la vida eterna ningún condenado a la muerte segunda.

De la grandeza de la primera culpa por la cual corresponde la pena eterna.

La pena eterna, por eso parece dura e injusta al sentido humano: porque en esta flaqueza de los sentidos enfermizos y mortales nos falta aquel sentido de altísima y purísima sabiduría con que podamos apreciar la maldad impía tan execrable que se cometió con la primera culpa.
Así, ninguno escapará de este justo y merecido castigo sino por la misericordia y la debida gracia, pues el linaje humano está dividido de manera que en algunos se manifieste el poder de la gracia divina, y en los demás, lo que es justo castigo. Tal vez los condenados serán más numerosos de los beatos, para que, de esta forma, sea claro aquello que todos habremos merecido.

Algunos creen que ninguna pena será eterna.

Algunos no admiten que habrá una pena eterna para aquellos que el justo Juez encontrará dignos del suplicio del geenna; y creen que serán liberados después de un tiempo más o menos largo según la gravedad de sus pecados.
Quien se mostró demasiado misericordioso fue Orígenes, creyendo que el mismo demonio y sus ángeles, después de graves y dilatados tormentos, habían de salir de aquellas penas para venir a juntarse con los santos ángeles. (Orígenes, por sus errores doctrinales fue condenado por la Iglesia).

Primeramente conviene que averigüemos y sepamos por qué la Iglesia no ha podido tolerar la doctrina de los que prometen al demonio, después de muy terribles y largas penas, la purgación o el perdón, (..) no se puede anular la sentencia divina, que dijo el Señor había de pronunciar en el último juicio, diciendo: «Idos de mí malditos, al fuego eterno que está preparado para el demonio y sus ángeles».
(Mt 25,41)

Con estas palabras demostró que el diablo y sus ángeles arderán en el fuego eterno. No puede ser anulado lo que está escrito en el Apocalipsis: "El diablo que los sedujo fue precipitado en el lago de fuego y el azufre, dónde la bestia y el falso profeta también fueron precipitados; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos".
(Ap. 20, 9-10).

En primer lugar se dice eterno, en el segundo, por los siglos de los siglos: dos expresiones que en la divina escritura significan sin fin.

Jesús dijo: «Así éstos irán al eterno suplicio y los justos a la vida eterna», por lo tanto, decir que la vida eterna será sin fin y el suplicio eterno tendrá fin es absurdo. Por consiguiente, como la vida eterna de los santos será sin fin, también el suplicio eterno para aquellos que caerán allí, será ciertamente sin fin.
Extraido: "De Civitate Dei"
de San Agustín